la Jornada.
México 24 de junio de 2004.
Cuando recrudece la crisis moral, política y militar que abate al gobierno de Bush en el ámbito doméstico e internacional, resultado, entre otros factores, de la resistencia iraquí a la ocupación militar, se intensifica el sometimiento de Vicente Fox a la política de fuerza de Estados Unidos hacia América Latina, el Caribe y el mundo. A su endoso del proyecto de "integración energética de América del Norte", que conlleva un inconstitucional esfuerzo del primer mandatario "mexicano" a favor del desmantelamiento y privatización de facto del complejo petroeléctrico del país, se suma su entusiasta apoyo al TLCAN, al Plan Puebla-Panamá, al ALCA y a los esquemas del Pentágono en América del Sur por medio del Plan Colombia y la Iniciativa Regional Andina. Lo que se perfila como otra gran capitulación de la política exterior en Irak, rápidamente se transforma en un problema serio para la seguridad nacional mexicana, según evidenció la tolerancia del Ejecutivo en torno a la presencia de personal policial estadunidense en las terminales aeroportuarias.
Pero ahora, tal parece que Fox está decidido a instalarse en el peligroso nicho de palero de Washington en Irak que dejara desocupado Aznar, por medio de una "asesoría electoral" al gobierno interino. Washington sabe que la seguridad en México se agrava con cualquier apoyo tácito o explícito a esa feroz ocupación colonial, por lo que, además del giro en la política hacia Irak, también auspicia una "reforma" del aparato de "seguridad" mexicano que fácilmente puede generar un Estado policial "antiterrorista". Esto duele después del saludable distanciamiento del gobierno ante las operaciones propagandísticas y castrenses que desembocaron en la agresión contra Irak. Ahora Fox revira ofreciendo -como también está haciendo en Colombia- una cubierta "diplomático-electoral" a una infame ocupación militar totalmente alejada de los principios de la política exterior mexicana centrados en la "no intervención" y formalizados en la Carta Magna.
La desactivación de los fundamentos de una política exterior ejemplar, desarrollada a lo largo de la historia nacional, es una grave pérdida de soberanía, una tendencia, gestada al calor del TLCAN y de "relaciones carnales" con el aparato diplomático y de inteligencia estadunidense, observada desde el salinato y durante la bochornosa estadía de Jorge Castañeda junior en Tlatelolco. Ahora se expresa de nuevo, ofreciendo respaldo al montaje de propaganda imperial en torno a la "democratización de Medio Oriente" de Bush, mediante un programa de "asesoría electoral", que, a partir de la experiencia del IFE, el gobierno de Fox se comprometió a otorgar a funcionarios del gobierno interino de cara a las elecciones programadas para 2005.
Recuérdese que se trata de un gobierno títere repudiado por la población iraquí e impuesto por obra y gracia de la bota militar de Washington. La falta de empatía de quienes dentro o fuera del gobierno de Fox apoyan esta iniciativa no puede ser mayor ni más irresponsable. Imagínese el lector lo que sentiría si la situación fuera a la inversa. El equivalente sería que, México, país demográfica y geográficamente mucho más grande que Irak, estuviera ocupado por más de 300 mil tropas estadounidenses, después de que el Distrito Federal, Monterrey, Guadalajara y las principales ciudades del país hubiesen sido sometidas a un bombardeo con 75 mil bajas civiles mexicanas, las morgues y los hospitales atestados de muertos y mutilados y las tropas y tanques estadunidenses patrullando las calles, bombardeando a la población patriota y ocupando todas nuestras instalaciones petroleras. En medio de estas atrocidades, con cientos de miles de mexicanos en las cárceles, sometidos a ejecuciones y torturas y con un gobierno "interino" impuesto por Washington, se decide promover "la democracia" y de inmediato el gobierno de Irak, al mando de un country manager del programa privatizador del Banco Mundial, una especie de Fox iraquí, decide agraciarse con el imperio brindando "asesoría electoral" al gobierno interino de cipayos mexicanos.
Esa sensación de desprecio y rechazo es la que siente hoy la resistencia iraquí en torno a la torpe adherencia de Fox a esta iniciativa propagandística estadunidense. Peor aún: lo hace en momentos en que cada día se dan a conocer más evidencias de que el objetivo real de Bush al invadir a Irak tenía muy poco que ver con la democracia, los procesos electorales o las armas de destrucción masiva de Hussein, sino, como apunta Tariq Alí (Memoria, junio de 2004) con hacer un ejercicio de poder imperial y con el apoderamiento del mercado iraquí y del petróleo. Más grave: los análisis militares indican que a la resistencia europea contra la ocupación nazi le tomó varios años alcanzar la fase que la resistencia iraquí logró desde la primera semana. Así, el giro de Fox ocurre cuando todo indica que la resistencia ha crecido y existen las condiciones para transformarla en un gran movimiento de liberación nacional.
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