La Jornada.
México 10 de junio de 2004.
Nunca como hoy ha sido tan profunda la crisis moral y la vulnerabilidad económico-estratégica que enfrenta Estados Unidos, resultado de su atroz agresión contra Irak. Las torturas y la masacre de civiles destrozaron cualquier vestigio de decencia y de civilidad colocando a Bush en el nicho de los déspotas que han asolado al mundo.
La situación es peligrosa por la torpeza y oportunismo instalados en la oficina oval, cuando el desorden es de orden mayor en lo interno y en lo externo. Para encubrir el desastre de los organismos de inteligencia, tanto en torno al 11-9 como por el tropezón de las armas de destrucción masiva, Bush optó por la salida más fácil, de cara a las elecciones presidenciales: la renuncia del director de la CIA, George Tenet y, poco después, del principal encargado de las "operaciones" de esa entidad, dedicada a la articulación de esquemas "clandestinos", denominados así por violar el derecho penal internacional y constitucional.
Como instrumento de la presidencia, la CIA está para espiar y "crear eventos" por medio del terrorismo de Estado -que incluyen sabotaje, asesinatos y otros crímenes-, según "el placer del presidente". No es que Tenet haya ofrecido información maquillada y falsa que llevó a Bush y a su equipo a desatar la guerra contra Irak. Esa decisión, así como la de ocupar su vasta reserva petrolera ya estaban tomadas, según testimonio del ex secretario del Tesoro. Lo que Tenet hizo fue "fabricar" la evidencia para justificar la embestida imperial.
De igual manera, entre enero y el 11 de septiembre de 2001, ahora se puede visualizar que el gobierno desalentó de manera sistemática y con las más variadas excusas los programas antiterroristas en marcha. No es algo atribuible sólo a "fallas de inteligencia".
En una entrevista publicada en Madrid, W.Clarke, ex zar de la lucha antiterrorista, afirmó que personalmente advirtió a Bush, "no menos de 40 veces", sobre el peligro de un ataque de Al Qaeda en territorio nacional. Pocas semanas antes de los atentados, el fiscal John Ashcroft, aparentemente enterado de los peligros que se cernían sobre la aviación comercial, giró instrucciones para utilizar sólo aviones privados en sus viajes.
En el terreno internacional, para librar el atolladero generado por la resistencia iraquí a la ocupación, eso sí, sin dejar de mantener ocupada militarmente la segunda reserva petrolera del planeta, de manera oportunista Bush logró la aprobación de la resolución 1546 del Consejo de Seguridad para "legitimar" al "gobierno interino" impuesto por la Casa Blanca y las condiciones bajo las que permanecerán las tropas de ocupación a partir del 30 de junio. Es un error grave avalar lo que a todas luces ha sido una guerra de conquista, el "crimen de guerra mayor" contemplado por el derecho internacional.
Para la población iraquí, el gobierno interino es un fraude integrado predominantemente, al igual que el anterior, por exiliados -algunos, como el nuevo ministro de comunicaciones, con residencia en Cambridge, Massachusetts, donde está registrado como votante, o el ministro de electricidad, quien mantiene su casa en los suburbios de Chicago, o el de industria y minerales que residió en Estados Unidos de 1979 a 2003-, todos dirigidos por Iyad Allawi, un primer ministro operativamente vinculado a la CIA. Es un "gobierno" signado por la colonialidad. Como ilustran F. Stockman y T. Cambis, del Internacional Herald Tribune, "la mayoría de los ministros se sienten británicos, americanos o franceses. Muy pocos de ellos son iraquíes".
El resentimiento de la población con esta regresión colonial es intenso. Bush y Blair se salieron con la suya: lograron el endoso internacional y cuentan con "un agente soberano", con el cual ellos y sus empresas pueden "negociar" y proceder con sus contratos de "reconstrucción". Imposible soslayar su éxito para mantener una ocupación colonial centrada en dos pilares: el manejo militar del territorio iraquí mediante una coalición dirigida por el Pentágono y la conducción de la política económica, incluyendo un programa de empréstitos y privatizaciones de los recursos petroleros, por medio del FMI y el Banco Mundial.
A las reuniones periódicas, convocadas para el reparto de los contratos de "reconstrucción", asisten los entusiastas representantes de más de 500 empresas -fundamentalmente estadunidenses-, que aspiran a llevarse una tajada del cuantioso botín iraquí.
El Consejo de Seguridad comprometió la paz mundial. Avaló en los hechos la estrategia de la "autodefensa anticipatoria" y de manera torpe interviene, mientras Irak, cuya población ha sido brutalmente agredida, se mantiene ocupada por cerca de 160 mil soldados estadunidenses y un vergonzoso contingente de republiquetas, encabezado por las fuerzas armadas de su majestad, por iniciativa e impulso de un primer ministro en bancarrota moral y política, en una operación irresponsable, alentada, de principio a fin, por la codicia y signada por la ilegalidad y la más grosera manipulación informativa.
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