jueves, 22 de enero de 2004

La mendacidad de Bush

John Saxe-Fernández
La Jornada.
México 22 de enero de 2004.

El ex secretario del Tesoro de Estados Unidos (EU), Paul O'Neill, dio a conocer que la guerra contra Irak formaba parte de los programas secretos del gobierno de Bush mucho antes del 11-9. Recordemos que desde febrero de 2001, durante su visita a México, en su primer acto de política exterior bombardeó a esa nación árabe, integrante de la OPEP. Dejando a un lado los más elementales principios de la diplomacia, en lo que resultó ser claro indicador de los excesos que caracterizarían su actuación doméstica e internacional, Bush ordenó el ataque desde el rancho donde le atendía Fox, su homólogo y confeso "colaborador" en materia geoestratégica y de proyección imperial hacia América Latina y el Caribe. Siguiendo el ejemplo del brutal asalto contra Panamá perpetrado por su padre en diciembre de 1989 -más de 2 mil muertos-, y como quien se esfuerza por establecer su territorialidad, actuó como un can, usando suelo mexicano para indicar su intención de mearse en el mundo, aislándose de la comunidad internacional.

La revelación de O'Neill no es anécdota, sino un importante develamiento de un ex integrante del gabinete y del Consejo de Seguridad Nacional. Es un testimonio de primera mano que confirma nuestra interpretación de que el mencionado operativo "diplomilitar" fue cuidadosamente preparado y diseñado como parte de toda una programación de acciones encadenadas, con designios políticos, domésticos e internacionales, dirigidos a "generar eventos" para un regime change en EU (una suerte de putch formalizada en el acta patriótica), así como con precisos objetivos empresariales y geoestratégicos, encaminados al control del petróleo mundial, incluyendo al sector petroeléctrico de México por medio de su privatización de facto en el contexto de un esquema de "regionalización energética". También incluyó el desarrollo de operativos encubiertos dirigidos al control del petróleo venezolano.

Parte nodal del esquema fue la ocupación militar y el dominio y usufructo de la inmensa reserva petrolera iraquí. Son altos los riesgos para la seguridad internacional de esa política de fuerza y la instauración de un estado de excepción en EU, así como profundas las implicaciones de este estado de cosas, tanto desde la perspectiva político-constitucional estadunidense, como de la política mundial y el derecho internacional.

Si el tema de las armas de destrucción masiva en Irak fue central en el pasado informe presidencial, en el de este año sólo las mencionó de paso. Fue otro gran engaño al público y al Congreso. La decisión de ocupar a Irak ya estaba decidida y lo que siguió fue un vasto programa orwelliano centrado en la mentira y la falsificación de datos y de operativos abiertos y encubiertos, para lograr el apoyo de la población y el endoso legislativo, que de paso sirvió para reclutar a Blair como cómplice, quien junto con los otros dos carroñeros, Aznar y Berlusconi, estaban más que dispuestos a dejarse embaucar.

Bajo la cubierta de guerra preventiva, la mira estuvo puesta, primero, en el botín iraquí y en los multimillonarios contratos de la "reconstrucción" y, segundo, en la difusión de una retórica "antiterrorista" para "justificar" la mantanza de miles de civiles bajo la cubierta de guerra preventiva. Era la "respuesta" al 11-9, a la nunca verificada existencia de "armas de destrucción masiva" y a la igualmente infundada supuesta relación de Hussein con Al Qaeda. El 11-9 ofreció la excusa ideal para justificar ante una indignada opinión pública la agresión contra Afganistán e Irak.

El develamiento de O'Neill indica la necesidad de escrutinio objetivo e independiente, de las acciones de "seguridad interna" desplegadas por el gobierno antes del 11-9, ya que, curiosamente, estuvieron dirigidas de manera sistemática a la "contención", desfinanciamiento y neutralización de los programas antiterroristas de Clinton. Sólo después del 11-9, con todo el capital político-electoral que se generó por los ataques, se puso en marcha de nuevo el programa "antiterrorista". La de febrero de 2001 en México fue la primera operación, a la que seguirían, día a día y semana a semana, acciones totalmente consistentes con los acontecimientos que facilitaron, agilizaron y desembocaron en el 11-9.

Bajo la luz de los nuevos desenmascaramientos existe alto orden de probabilidad de que estemos en presencia de operativos fríamente calculados, no ante lo que la Casa Blanca y la cúpula de inteligencia han querido presentar al público como "errores burocráticos", unos debido al "exceso de información", otros a la descoordinación, incomunicación o rivalidades entre los mandos medios de las agencias de inteligencia y de las dedicadas a garantizar la seguridad interior de EU.

Ante la propensión de Bush al uso del engaño y la ofuscación deliberada es preciso revisar su notoria oposición a cualquier investigación legislativa independiente en torno a las operaciones de su gobierno en materia de seguridad interna, "antes" de los ataques del 11-9.

sábado, 3 de enero de 2004

Petróleo y crisis de la Pax Americana

John Saxe-Fernández
La Jornada.
México 3 de enero de 2004.

La semana pasada se hicieron públicos algunos documentos de los servicios de inteligencia británicos relacionados con la guerra "árabe-israelí" que se desató en 1973. Estos indican la existencia de preparativos del Pentágono para la invasión y toma de pozos petroleros de algunos de los principales productores de crudo de Medio Oriente, Arabia Saudita, Kuwait y Abu Dhabi. En esa ocasión se puso en práctica un embargo petrolero contra Estados Unidos, de los exportadores árabes de crudo, por su postura en favor de Israel. Entre otras repercusiones, estos archivos secretos arrojan luz sobre el contexto en que se dio el giro observado en la política "económica" y de "seguridad" estadunidense hacia México, Canadá y Venezuela, naciones poseedoras de importantes reservas de combustibles fósiles.

Cabe aclarar que la diplomacia de fuerza de Estados Unidos desplegada desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, ya sea por medio de operaciones abiertas o encubiertas, se caracteriza por la combinación de instrumentos "diplomilitares" y económicos para el ejercicio del "bilateralismo intensivo". Por ser una política exterior articulada en función de los intereses de corto plazo del alto empresariado industrial, agropecuario y bancario -y de sus socios y cómplices locales-, su impacto acumulado genera traumas sociopolíticos y militares de naciones y regiones enteras. Su objetivo central ha sido la promoción de los negocios de sus inversionistas, abriendo espacios a sus grandes consorcios industriales y de servicios, ya sea por medio de empréstitos altamente condicionados o de esquemas de corte colonial, como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, que formalizan y fomentan, vía instrumentos "no militares", su control de las actividades económicas en ultramar, así como el acceso irrestricto de sus empresas mineras, petroleras y de gas -no menos que las dedicadas a la explotación comercial del agua y de la biodiversidad- a los recursos naturales de alto valor estratégico y económico.

Por muchas décadas, pero especialmente desde 1973, el control del petróleo mexicano, venezolano o del Medio Oriente, y del gas canadiense, ha sido un ingrediente central de la diplomacia y de los planes de contingencia militar de Washington, al punto de que los primeros bocetos para impulsar una "integración comercial de América del Norte" tuvieron como eje las ambiciones empresariales y "geoestratégicas" en torno a las reservas de combustibles fósiles de sus vecinos. Aunque éstas no son las únicas motivaciones de esa política exterior, lo cierto es que la brutal e ilegal ocupación de Irak, así como la desarticulación y eventual desmantelamiento de grandes empresas públicas mexicanas y de otras naciones de la región, de interés para sus consorcios eléctricos, petroleros y del gas, se han realizado sin importar los traumas y trastornos que se engendran a diestra y siniestra.

Como lo ilustra Gabriel Kolko en su imprescindible libro ¿Otro siglo de guerras? (Paidós, 2003), los "éxitos militares" de corto plazo de la Pax Americana son seguidos de grandes desastres humanitarios y fracasos políticos. Así ocurrió en Corea, Vietnam, Camboya, Chile y Centroamérica, y ahora en Afganistán y Medio Oriente, área de enorme peso estratégico impactada de manera profunda, junto con el resto del mundo, por la guerra de guerrillas propiciada por la ocupación colonial de Irak. Mientras la agresión contra Afganistán desestabilizó a toda una región, que incluye a naciones como India y Pakistán, que cuenta con armamento nuclear, Irak se transformó en un "lodazal mesopotámico" que profundiza la vulnerabilidad estructural de Estados Unidos, ilustrada por los atroces ataques del 11 de septiembre.

La ocupación de Irak ha cubierto en una densa e impredecible atmósfera de crisis a toda una región que contiene poco más de 60 por ciento de las reservas petroleras del planeta, lo cual es grave para la paz mundial, ya que todo el esquema de libre empresa organizado bajo la "Pax Americana" tiene como fundamento un acceso irrestricto -y un consumo igualmente masivo- a fuentes energéticas baratas. El petróleo, la industria aeroespacial y bélica, la automotriz y la generación de electricidad, actualmente son componentes vitales y complejos del capitalismo. La energía, junto con el capital, el trabajo y los recursos, son los pivotes de la sociedad industrial contemporánea, y el petróleo representa la fuente más importante.

El belicismo, unilateralismo y "terrorismo de Estado" de la Casa Blanca están generando una creciente globalización de las respuestas no convencionales, lo cual incrementa la probabilidad de que estemos ante desestabilizaciones regionales y un desastre energético potencial que podrían desatar una convulsión general.

Bush y Blair, de manera irresponsable e innecesaria, profundizaron el deterioro acumulado de las relaciones internacionales al garantizar, por medio de una riesgosa y fraudulenta "guerra preventiva" contra Irak, que las batallas por el control de ese recurso no van a ser pacíficas.