jueves, 21 de febrero de 2002

Economía y declaratoria de guerra

John Saxe-Fernández
La Jornada.
México, 21 de febrero de 2002.

Un individuo o una organización criminal o terrorista no puede declarar una guerra. El ataque terrorista contra EU fue eso, un ataque terrorista, en una escala nunca vista, pero no fue una declaración de guerra en el sentido estricto y formal. Si la hipótesis del gobierno es correcta y Bin Laden es el culpable de los ataques terroristas en su "primera fase", (recuérdese que los ataques con ántrax de alta tecnología fueron llamados por George Bush "la fase dos", y que, además, todavía no se sabe exactamente qué pasó y cómo se vinculan esas dos fases), uno de los problemas para el gobierno estadunidense se deriva del hecho de que un individuo, que no es líder de un Estado soberano, no puede declarar la guerra. Peor aún, la respuesta de un Estado a un individuo no puede ser tampoco una declaración de guerra.

Esto, al menos, es lo que ha venido argumentando una fracción de la clase empresarial primermundista -de EU y de Europa-, que considera que con ello se ha ocasionado grave daño a una economía internacional que ya estaba amenazada por el estupor deflacionario. La desaceleración ya estaba ahí. También la crisis estructural desde los setenta, por lo que es necesario determinar los impactos económicos del 11/09.

Dos meses después del evento, fuentes empresariales estimaban que sólo el valor accionario del mundo había caído 25 por ciento, argumentando que ello se debió a que los ataques en sus dos fases fueron aprovechados políticamente por la Casa Blanca por medio de una declaratoria de guerra, formal y operativamente inadmisible, ya que Bush colocó a EU en estado de guerra contra nadie en particular y contra cualquiera en general. De ahí que su equipo recurra a la retórica del "eje del mal", esforzándose por establecer alguna conexión entre los "terroristas" y los Estados que tiempo atrás el Pentágono colocó en la lista de "potencialmente enemigos". Como expresó Tom Rubyton, editor de Eurobusiness (noviembre, 2001): "...ahora Bush tendrá que gastar miles de millones de dólares para evitar que la economía de EU y la del mundo entren en una dinámica similar a la de 1929. Esos gastos harán palidecer las pérdidas megamillonarias de las aseguradoras. Es su culpa por transformar un problema de largo alcance en algo todavía peor".

Esa fuente indica que las compañías de seguros enfrentaron pérdidas por 50 mil millones de dólares (mmdd), en pagos a víctimas y empresas afectadas, nada comparado con los 250 mmdd de valor perdido en sus inversiones, ocurrido exactamente a la semana siguiente del evento. El malestar del sector empresarial que está desvinculado del complejo militar-industrial, se expresa de manera discreta -ante el furor "patriótico" que se generó-, pero existe.
En la mencionada revista se editorializa que "Bush le ha infligido más daño a EU que Osama Bin Laden. Su reacción, cerrando EU, fue la acción de política exterior más estúpida desde que Chamberlain visitó Munich" (literal: ...the most stupid piece of statesmanship since Chamberlain went to Munich).

Estas fuentes estiman que sólo para revitalizar la economía estadunidense se necesitarán entre 300 y 400 mmdd adicionales. El cálculo parece demasiado optimista, ya que no hay colchón para bajar más las tasas de interés y la de EU es una economía vinculada a un entorno internacional en crisis, primero, por la simultaneidad de la desaceleración europea y de la prolongada crisis deflacionaria japonesa, pero también porque el FMI y el Banco Mundial han impulsado a lo largo y ancho del tercer mundo, y en particular en nuestra región, radicales programas "procíclicos", que han desatado una verdadera guerra de clase contra el salario durante dos décadas y persisten en su empeño por hacer añicos los mercados nacionales y el aparato productivo. Son los mismos esquemas que llevan a Argentina al colapso económico y político, y que afectan gravemente a todos los países de la región.

Es necesario determinar los costos para la economía de EU y la economía mundial de la desproporcionada reacción que estamos presenciando por parte del gobierno de Bush. El aumento en el gasto militar propuesto para 2003, 45.5 mmdd, alimentará el derroche de un sector bélico-industrial que opera bajo el principio de la maximización de ganancias por la vía de la maximización -y no de la minimización- de los costos. Para 2007 el total acumulado del gasto bélico ascendería a 2.1 billones. Son "incentivos" altamente inflacionarios que, además, ya inciden en la generación, por primera vez en cuatro años, de un déficit fiscal oficialmente estimado en 106 mmdd, mismo que tenderá a incrementar las tasas de interés, por lo que existe escepticismo en cuanto al grado en que reactivarán la economía de EU y la del mundo. Lo que está en entredicho no es un modelo, sino el sistema.

Fuentes empresariales, críticas de las medidas adoptadas por Bush, perciben este predicamento así: "Después de que un boeing 747 fue derribado en Lockerbie, Escocia, por una bomba no se declaró la guerra contra Libia. Se buscaron a los terroristas. De igual manera Bush debió haber modificado su respuesta para capturar a los culpables y acabar con el terrorismo. Y lo que hizo fue movilizar a ejércitos enteros en el mundo... La forma en que Bush está castigando a los presuntos culpables desestabilizará la economía mundial de manera desproporcionada, y todo para lograr la satisfacción de la venganza. Ello incluso podría resultar fatal al capitalismo, como lo conocemos".

martes, 5 de febrero de 2002

EU: el efecto 11/09 en perspectiva

John Saxe-Fernández
La Jornada.
México, 5 de febrero de 2002

El informe anual de Bush, presentado el 29 de enero, no dejó la menor duda de que el equipo que ocupa la Casa Blanca intensificará la cosecha de ventajas derivadas de la transformación que experimenta la ecuación política de esa nación a raíz de los trágicos sucesos del 11/09. En sólo cuatro meses Bush transitó de una endeble posición derivada de las irregularidades electorales que plagaron los comicios presidenciales, y de una actuación mediocre durante los primeros nueve meses de su mandato, a la del presidente con mayor respaldo de la opinión pública en el primer año de su gestión (83 por ciento según encuestas) registrado en los anales históricos de Estados Unidos, todo gracias al efecto 11/09.

Desde la televisión el "informe" ofreció una confirmación visual y dramatizada -gracias al "teleprompter presidencial", aparato que permite la lectura del texto desde varios ángulos- de la percepción que en octubre había ofrecido Norman Birnbaum en su Carta desde Washington, sobre la metamorfosis que se gestó en las Torres Gemelas: "prácticamente no hay oposición. Es como si, en vez de ciudadanos, fuéramos miembros de una iglesia, con el presidente como supremo pontífice, sin más teología que la sacralización de la nación, ninguna escatología que prediga otra cosa que el presente y ninguna jerarquía más que las instituciones visibles del poder y la riqueza en la sociedad. En esta fusión de pasado, presente y un futuro interminable, política y religión, Estado y nación, no sólo la disidencia y las perturbaciones son mal recibidas: se consideran, por principio, antinaturales". (Claves de razón práctica, No. 117, noviembre, 2001.) Cuando Birnbaum escribía estas reflexiones, el natural desvanecimiento del efecto 11/09 sobre la opinión pública fue neutralizado por ataques bioterroristas selectivos, con ántrax de alta tecnología, que Bush llamó "la fase dos" de las agresiones terroristas, pero cuya fuente doméstica pronto desplazó la versión oficial sobre su origen "islámico" y se consolidó como la principal hipótesis de organismos de seguridad como la FBI. El probable involucramiento de fuerzas domésticas -digamos de corte ultraderechista o internas del aparato de Estado- resulta una hipótesis razonable si se tiene presente la catástrofe de Oklahoma. Genady Onishchenko, viceministro de Salud de Rusia, junto con altos funcionarios de la Defensa, negaron categóricamente que las esporas con ántrax pudieran haberse originado en ese país. Genady dijo estar seguro "de que se prepararon en territorio estadunidense". Robert Mueller, director de la FBI, admitió la posibilidad de que los operativos bioterroristas "tengan origen en EU", aunque precisó que no descarta ninguna posibilidad, incluyendo un escenario tipo "Oswald", el improbable asesino de JFK. Públicamente la FBI menciona al "microbiólogo solitario". Datos publicados el 22 de diciembre por The Miami Herald indican que el ántrax usado proviene de una cepa muy virulenta conocida como "ames", desarrollada secretamente por el Ejército en una instalación localizada en el desierto de Utah, el Campo de Pruebas Dugway, y que fue almacenada por el Instituto de Investigación Médica de Enfermedades Infecciosas del Ejército de Estados Unidos en Fort Detrick, Maryland, y enviada a otros centros con propósitos de investigación, entre ellos, el Battelle Memorial Institute, de Columbus, Ohio, importante contratista del Departamento de Defensa en la investigación y desarrollo de armas biológicas y de antídotos-vacunas.

Los más conspicuos beneficiarios de los acontecimientos que cimbraron a esa nación y al mundo -el presidente, el Partido Republicano en clave de ultraderecha fundamentalista, el aparato bélico-industrial y la llamada "comunidad de inteligencia"- muestran una no disimulada intención de mantener durante el mayor tiempo posible el efecto 11/09 que tanto les favorece. "Nuestra guerra contra el terrorismo apenas ampieza", declaró Bush, y la palabra "guerra" fue la más utilizada en un informe que nunca mencionó la existencia de investigación alguna sobre lo que, prima facie, es una falla monumental e histórica del aparato de seguridad. El problema es que esta no es una "guerra" con acontecimientos bélicos diarios como los observados en otras contiendas. Su acción es difusa y el enemigo invisible, mientras los acontecimientos en otros órdenes se colocan en el centro de la atención pública, como ocurre hoy con la debacle de Enron, que por su impacto puede calificarse como la versión económica del 11/09. La reflexión de Birnbaum es una instantánea del poder del capital, pero ocurre en un torrente de contradicciones, algunas inherentes a su funcionamiento. En un artículo de primera plana el Wall Street Journal sintetizó el asunto así: "El escándalo Enron amenaza con erosionar el gusto del país por los mercados desregulados y libres, mismos que se fortalecieron durante los diez años de auge económico que ahora está terminando". Como sugiere Porto Alegre, los días de la desregulación y del globalismo jactancioso están terminando. También es posible que, consecuencia de la crisis estructural que se vive desde los setenta, estemos en medio de una creciente incontrolabilidad del sistema -signada por la unilateralidad bushiana-, y de la activación de los límites absolutos del capital.