jueves, 22 de abril de 2010

Cenizas y guerra nuclear
John Saxe-Fernández, La Jornada, Jueves 22 de Abril de 2010.

El caos aéreo en Europa causado por una nube de cenizas de 6 a 10 kilómetros de altura de la erupción volcánica en el glaciar islandés de Eyjafjalla es un fenómeno sísmico y económico vinculado al calentamiento global. También es un llamado de atención a los ominosos impactos en la biosfera de una guerra nuclear. Los registros geológicos e históricos son vitales para evaluar la frecuencia y magnitud de estos eventos y para elaborar y calibrar modelos de computación sobre el uso del arsenal nuclear.

Por ejemplo la erupción del volcán islandés Laki de 1783 lanzó a la estratosfera (entre 12 y 50 kilómetros) tal cantidad de dióxido de azufre que causó frío, oscuridad y sequía al producir gotas de ácido sulfúrico que bloquearon la luz solar, afectando fotosíntesis y cosechas, generando sequía y hambrunas en Francia y Japón y drásticos descensos de temperatura en India. El Misisipí se congeló y se señala que el malestar social en Francia por la ruina de la agricultura y la hambruna es parte del proceso que desembocó en la revolución de 1789. Laki generó trastornos globales y la experiencia se repite: por ejemplo, a 1816 se le conoce como el año sin verano: la temperatura mundial se desplomó luego de estallar un año antes el Monte Tambora en Indonesia. Se bloqueó la luz solar y en el noreste de EU nevó en junio y cayó granizo todo el año.

La erupción en Eyjafjalla es significativa ya que según geólogos como Patrick Wu, de la Universidad de Alberta, Canadá, el calentamiento global está incidiendo en la lucha constante, histórica, entre el hielo y la actividad volcánica. Bill McGuire, del University College de Londres, profesor de riesgos geológicos, había advertido sobre la posibilidad de que Islandia convierta al mundo en un infierno porque el equilibrio entre el empuje del magma y la presión del hielo está siendo afectado por el cambio climático: en los últimos 40 años se derritió 5 por ciento de los glaciares.

A más de inquirir sobre los efectos del deshielo en la actividad volcánica, debemos reconocer que la cantidad de ceniza que en cuatro días canceló 63 mil vuelos es sólo una pequeña muestra de lo que ocurriría en una guerra nuclear. Por 25 años se han elaborado estudios para determinar los efectos de largo plazo sobre el medio ambiente si en un conflicto fuese usado el arsenal nuclear de Estados Unidos y Rusia. Tal suceso acabaría con la humanidad: experimentos en las poderosas computadoras de la NASA mostraron que aún un primer ataque exitoso de Estados Unidos o de Rusia (es decir, sin que uno u otro pueda responder) ocasionaría una catástrofe mundial que aniquilaría la agricultura y la civilización. Así lo indican Alan Robock y Brian Toon (Scientific American, enero 2010) entre los principales expertos en el impacto climático de una guerra nuclear y advierten que aún una guerra regional entre India y Paquistán, en la que se usaran 100 bombas de 15 kilotones sobre sus megalópolis (el 0.4 por ciento de las 25 mil ojivas en los arsenales del mundo) además de 20 millones de bajas por la explosión, los incendios y la radiación, lanzaría a la estratosfera suficiente hollín que se diseminaría por el globo en 10 días con permanencia ahí de una década, bloqueando la luz solar y calentando la estratosfera causando una destrucción masiva del ozono. Por el colapso agrícola, en países sin autosuficiencia alimentaria ¡las bajas por hambruna ascenderían a mil millones!

Quienes creen que con el fin de la guerra fría aminoró el riesgo de guerra nuclear, mejor revisen su optimismo: vivimos en tiempos del peak oil, en medio de dos guerras donde está más de 60 por ciento de la reserva mundial de petróleo convencional; después de firmado START, Estados Unidos persiste en peligrosos despliegues anti-balísticos en las narices de Rusia; amenaza a Teherán; e Israel, con 80 ojivas nucleares, afina un ataque contra Irán, con alto riesgo de intensificación bélica. El caos y desgaste humano y económico de la semana pasada es muestra infinitesimal de un invierno nuclear.

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viernes, 9 de abril de 2010

Crisis, generales y políticos
John Saxe-Fernández, La Jornada, Jueves 8 de Abril de 2010.




El auge militar en los altos círculos estatal-empresariales no es asunto nuevo en EU: desde los años 1950 fue advertido por sociólogos, economistas, presidentes y generales. El fenómeno cobra peso en la relación de EU con América Latina, como lo indica la primacía en la política hemisférica, junto al Banco Mundial, FMI y CIA, de los Comandos Norte (CN) y Sur del Departamento de Defensa (DdeD), por lo que importa revisar las secuelas domésticas y externas de la crisis económica sobre la ecuación civil/militar pues la militarización genera posiciones encontradas dentro y fuera del DdeD.

Fue Michael Mullen, jefe del Estado Mayor Conjunto, quien, en fechas cercanas al encuentro del Grupo de Alto Nivel (GAN) de seguridad realizado en México el 23 de marzo pasado, con asistencia de la plana mayor del gabinete de guerra de Obama y sus contrapartes de México, expresó a los medios su inquietud por la militarización de la política exterior de Estados Unidos y mencionó la enorme asimetría entre el gasto militar y de seguridad (que ya rebasa el billón –trillion– de dólares) con el del Departamento de Estado, de apenas unos 55 mil millones (mmdd).

Además de cuantitativa la cuestión es cualitativa, porque el manejo de estos recursos asignados por el Congreso entraña una simbiosis belico-industrial con el empresariado capitaneado por una cúpula monopólico-financiera cuyos intereses se protegen por encima de la población ante una crisis que, con el mega-rescate bancario/empresarial, acota al gasto público de manera drástica y selectiva: es visible el influjo militar y del aparato bancario/financiero y de seguridad, en la proyección de poder dentro y fuera del país, trátese de Goldman Sachs, Stanley Morgan o CitiGroup y de una treintena de poderosas firmas subsidiadas por el gasto militar, en cuyos cuerpos directivos y gerenciales hay creciente presencia militar: Lockheed Martin; Boeing; Northrop/Grumman; BR; General Dynamics; General Electric etcétera.

A ellas se agregan firmas de seguridad, verdaderos ejércitos mercenarios timoneados por exoficiales de inteligencia y de las fuerzas especiales que operan bajo el abrigo de una "privatización" de la política de seguridad interna y externa, parte del outsourcing de funciones logísticas, que desde Reagan-Bush se "diversifican" hacia operativos clandestinos y de provocación/represión. Cuentan además con un vasto cuerpo de cabilderos en el Congreso, vitales en tiempos de austeridad fiscal. Su éxito en mantener y aumentar privilegios bélico-industriales se refleja en el diseño presupuestal: mientras a los Departamentos de Agricultura, Vivienda y Desarrollo Urbano, Energía, Justicia, Salud y Servicios Humanos se asignan en su conjunto 250 mmdd, al aparato militar, de "Homeland Security" y a las guerras de agresión y ocupación en Afganistán e Irak se les adjudican más del billón: sólo el gasto militar de más de 700 mmdd, es mayor al del resto del mundo. El 70 por ciento va a esos contratistas. El manejo político-electoral de los contratos y de 4 mil bases desplegadas en Estados Unidos, se refleja en la militarización y para-militarización de políticas internas y externas de Texas a New York, de Colombia y México, a Irak y Afganistán, sea bajo el manto de la "guerra anti-terrorista" y su Ley Patriota, o de la "guerra" contra narcotráfico y crimen organizado y su estado de excepción.

En Estados Unidos y México la militarización se retroalimenta. El GAN desenfatizó lo "policial-militar" a favor de un enfoque integral en una guerra que desgarra población y territorio en México, no en Estados Unidos. Y mientras el jefe del CN dijo que el Pentágono "comparte con el gobierno mexicano su experiencia en Irak y Afganistán", el secretario de Defensa de México pide facultades como las de la policía, lo que según la oposición legislativa llevaría a un estado de excepción. Esto ocurre mientras EU pone en marcha la primera "oficina binacional" para conducir la guerra anti-narco en territorio nacional.

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