viernes, 25 de mayo de 2018

Trump, ¿guerra económica mundial? (I)

John Saxe-Fernández,  La Jornada a Jueves 24 de Mayo de 2018.

El torrente imperialista de la unilateralidad bélica post 11/S y la alta militarización doméstica e internacional que acarrea con muy alto costo fiscal, sigue desplomando la hegemonía de Estados Unidos. Con Donald Trump el colapso del liderato moral e intelectual es más notorio. Junto a la proyección de fuerza, ese liderato es esencial a todo hegemón, pero el nacionaltrumpismo y sus interesados berrinches contra los intereses geoeconómicos de la Unión Europea (UE) –La Jornada 26/10/17– ya afectan, y de manera profunda, la ecuación mundial de poder, en especial, los vínculos transatlánticos y de manera directa a la OTAN. De esto no se infiera desatención a lo multidimensional de un fenómeno que incluye cambios tectónicos en las relaciones entre Estados Unidos, Rusia, China y la UE. Me propongo atender, por medio de la comparación histórica, el orden de magnitud de lo que ocurre a la ecuación mundial de poder, centrando la atención en la pugna geoeconómica y geopolítica en las relaciones transatlánticas.
Hace 43 años, en un estudio sobre la política internacional de seguridad de Estados Unidos, que transitaba de la contrarrevolución mundial expresada en la genocida guerra contra Vietman, a una contrarreforma hemisférica, en el brutal y sangriento golpe orquestado por Nixinger/CIA contra el régimen electoral, constitucional y legítimo de Salvador Allende (11/9/73), me pareció acertada la síntesis de James Schlesinger, secretario de Defensa de Richard Nixon y luego de Gerald Ford, en torno a la OTAN y a la relación de Estados Unidos con la Europa de entonces.
“La OTAN y la seguridad de Europa Occidental –sintetizó Schlesinger– constituyen parte esencial de los intereses y de las alianzas permanentes de Estados Unidos…Una dominación hostil de Europa Occidental y el control hostil de sus vastos recursos representaría un grave peligro a la seguridad estadunidense. La pérdida de considerables inversiones y la posibilidad de su pérdida conllevaría un grave daño económico y el alejamiento de Europa Occidental acarrearía una contracción intolerable del ‘mundo libre’ (sic). Mientras Estados Unidos podría sobrevivir (aislado) en el hemisferio occidental, lo haría en modalidades que resultarían muy perturbadoras a sus ciudadanos” (citado en JSF, les temps modernes, número 352, París, noviembre, 1975. Cursivas mías.)
En cualquier recorrido de la relación EU-Europa después de la Segunda Guerra Mundial, queda claro que el vigor de la recuperación industrial del viejo mundo y la creación de una estructura monetaria-financiera, si bien apoyada de dientes para afuera por Estados Unidos, en su elite afloraron, en volumen e intensidad, crecientes rivalidades intercapitalistas. Eisenhower, Nixon y sucesores vieron con recelo esa robusta recuperación económica. La percibieron como fuente del desempleo doméstico y luego del estancamiento y mal desempeño de Estados Unidos en la competencia comercial.
Como la UE rechazó en bloque el ataque de Trump al histórico acuerdo nu-clear con Irán de las seis potencias (5P+1) esas rivalidades se acentuaron: la UE, por razones geopolíticas y económicas no quiere otra guerra en Medio Oriente ni riesgos de guerra nuclear. Tampoco los altos costos a empresas europeas de la extraterritorialidad de las sanciones estadunidenses contra Irán y firmas de terceros países. La semana pasada Trump rechazó la postura europea regañando a Bruselas y Berlín: una inusitada fricción con la UE y Alemania tanto en lo comercial como en materia de seguridad. Dijo: “Alemania debe mostrar liderazgo en la alianza (OTAN) haciendo algo por su déficit en inversión militar que viene de hace años. No aporta lo que le corresponde y… se beneficia mucho más que EU… además, como se sabe –los europeos– compran una gran cantidad de gas natural a Rusia, pagando decenas de miles de millones de dólares”.
A raíz del ataque de Estados Unidos al pacto nuclear con Irán y de la agresividad de Trump, Berlín inició un enlazamiento, hasta ahora vetado por Washington, con Rusia y China, en apoyo al pacto con Irán mientras, según informa True Publica (ICH, 18/5/2018) desde hace dos meses Irán por su parte giró instrucción para que todo su comercio no se realice con dólares, sino en moneda nacional, el euro o el yuan-oro. También se supo que la UE prevé la restauración del Estatuto de 1996, que prohibe a las compañías europeas someterse a las leyes extraterritoriales de Estados Unidos” (id). Excepto que ya el neoliberal Macron parece flaquear.
La UE plantea usar euros en sus compras de crudo a Irán, unos 450 mil barriles diarios (bd) mientras Asia le importa a Irán 1.8 millones de bd. China es el mayor importador de petróleo iraní. Es la segunda economía mundial y realiza su comercio petrolero en yuan, en especial desde que lanzó su mercado de futuros (id).
Ni la hostilidad de Trump al control europeo de Europa, ni su veto a los lazos económicos euro-asiáticos, ni su no-uso de las sanciones a cambio de vender gas natural a la UE, tienen futuro financiero o geológico.

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jueves, 10 de mayo de 2018

Neoliberalismo en tiempo electoral
John Saxe-Fernández, La Jornada a Jueves 10 de mAYO DE 2018.
E
l término neoliberalismousado para calificar la ofensiva oligarquica-imperial contra la población mexicana, ya por 36 años sin descanso, es una tapadera lingüística de la superexplotación del trabajo, de la atroz guerra de clases y el saqueo desde dentro y fuera contra el patrimonio nacional y los recursos naturales. El neoliberalismo, dice Chomsky, ni es neo, porque contiene lo peor del capitalismo victoriano, ni es liberalismo, una doctrina política opuesta a las autocracias. En nuestro caso, los efectos acumulados de ese recetario económico sobre el tejido social han sido desastrosos: una masacre entre mexicanos que cubre el territorio, cientos de miles de muertos, decenas de miles de desapariciones forzadas y alarmantes aumentos de la población bajo desplazamientos internos forzados (DIF), toda la catástrofe humana que esconden el uno por ciento y la mercadotecnia inquina vargasllosista contra Andrés Manuel López Obrador.
Según la Comisión Mexicana en Defensa y Promoción de los Derechos Humanos (Cmdpdh) el aumento de los desplazamientos internos forzados son similares a los de un país en guerra, mientras organismos internacionales que evalúan el fenómeno se quejan de que la resistencia del Estado a realizar una política integral en la materia, dificulta conocer la magnitud y la evolución de la tragedia. La Cmdpdh calcula la cifra histórica en poco más de 300 mil afectados por lo que sorprende la cifra de otra fuente de 1.7 millones de personas en México sometidas a DIF entre 2006 y 2011 –una cifra anual cercana a 330 mil personas–. ¿Es el desplazamiento forzado una política de Estado? En un reportaje valioso sobre el asunto se indica que Michel Forst, relator especial de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre los riesgos que enfrentan los defensores de derechos humanos en México, señaló que las grandes trasnacionales, que compran montañas, cerros, lagos, lagunas y ríos en México, son fuente de graves y sistemáticas violaciones de las garantías individuales y colectivas (ejidales), como el derecho a la consulta previa, libre e informada (La Jornada 4/5/2016).
Otras fuentes advierten que la población indígena y campesina, las mujeres y los niños, son quienes sufren las mayores penalidades. Ya Baskut Tuncak, relator de la ONU sobre el manejo de sustancias peligrosas, señaló la semana pasada que la contaminación es un problema de derechos humanos y en México se ha tornado de graves consecuencias particularmente para los más débiles. Agregó que las industrias extractivas (minerales, gas y petróleo) “ejercen violencia contra las comunidades, en su mayoría indígenas, al contaminar con químicos tóxicos, ya que las víctimas carecen de acceso a medidas de remediación con lo que se incurre en injusticias en México… Las empresas siguen contaminando aire, agua y tierra con toda impunidad”.
Con el acentuado entreguismo generalizado por los compromisos del neoliberalismo formalizado en los préstamos de ajuste estructural, así como en arreglos de seguridad con Estados Unidos, tipo IM, se vuelve más frecuente el uso (de larga data colonial y poscolonial) de fuerzas paramilitares en el despojo de tierras indígenas y campesinas, y luego comunales y ejidales. Es frecuente que los dirigentes comunales requieran el anonimato en sus declaraciones a la prensa, como informa un relato, “por temor ante nuevas agresiones contra sus comunidades (Ibidem).”
Ante la resistencia al despojo territorial, son frecuentes los conflictos con las autoridades municipales, seguidos de amenazas y agresiones contra los ejidatarios reactivando grupos paramilitares. Es aleccionador, en estos tiempos electorales, observar cómo viejas prácticas para-militares de la oligarquía se reviven. En un ejido chiapaneco, los dirigentes ejidales de manera enfática recordaron que mientras la presencia de paramilitares había sido casi nula, sin embargo, durante los procesos electorales se reactivan. Bloquean caminos, salen y entran de las comunidades embozados para generar desconcierto y pánico en la población. Pero como dijo un líder, nosotros seguiremos luchando y manifestándonos hasta recuperar nuestras tierras (E. Méndez y R. Garduño, LJ, 4/5/16 p.4).
La violencia por la torpe militarización de la “guerra al narco” de Felipe Calderón en el marco de la IM no deja de crecer y generalizarse. La IM, recuérdese, es un arreglo de facto entre George Bush II y el panista, continuado por un imprudente Enrique Peña Nieto. El blanquiazulrecurrió a la guerra contra algo o alguien, en pos de la legitimidad perdida en el turbio haiga sido como haiga sido de su usurpación electoral. Es al calor de esa violencia que desde la Ley de Seguridad Interior se instauró un estado de excepción y es en ese frágil y explosivo contexto que transitamos hacia otro régimen que nos aleje del caos, guerra y desintegración nacional. En estas elecciones, la nación pende de un hilo, el de la limpieza electoral que sostiene una paz precaria.
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