jueves, 19 de agosto de 2004

Petróleo y criminalidad de Estado

John Saxe-Fernández
La Jornada.
México 19 de agosto de 2004.

De Irak a Venezuela y de México a Arabia Saudita, es explosivo el coctel que resulta de mezclar la criminalidad de Estado con la codicia por la riqueza petrolera. Su impacto sobre la seguridad internacional -en un medio donde existen desplegados armamentos balísticos intercontinentales y termonucleares-, los derechos humanos y la vigencia del derecho ha sido devastador.

La opinión pública testifica los horrores que se cometen diariamente contra la población iraquí, así como la instauración de un vasto programa de campos de concentración y de tortura en bases militares, como Guantánamo y en buques de guerra estadunidenses, en la mejor tradición nazi. Pese al rechazo mundial a este esquema criminal la guerra, la represión y el intervencionismo se mantienen impertérritos.

El caso de Venezuela es ilustrativo. Al igual que Irak, posee una reserva de crudo sustancial (unos 70 mil millones de barriles) y sufre el intervencionismo político de Estados Unidos. Fue transparente la jornada electoral que consolidó a Hugo Chávez presidente, avalada por los entes extranjeros encargados de supervisar el proceso y por la comunidad internacional. Pero la Casa Blanca reaccionó de manera obstinada: su primer pronunciamiento ante el triunfo de Chávez fue alentar a una oposición intransigente, poniendo en tela de duda los comicios, que fueron contundentes: cerca del 58 por ciento por no revocar el mandato del presidente.

Bush alienta así a una cúpula desestabilizadora, liderada por oportunistas de baja ralea, como Carlos Andrés Pérez, quien se pronunció por eliminar a Chávez "como un perro", y que ha dado muestras patéticas, no menos que peligrosas, de incivilidad e inmadurez. Esa cúpula, íntimamente vinculada con el aparato de espionaje de Estados Unidos, es apoyada por los más importantes medios de comunicación, prensa y televisión de Venezuela y de la CNN y, como es de conocimiento público, ha maquinado varios intentos golpistas. Ante la derrota, ahora recurre a criminales actos paramilitares para empeorar el clima político, lo cual preocupa si se tiene presente que la política exterior de la potencia norteña, especialmente en sus manifestaciones militares y de "inteligencia", está dictada por intereses particulares y puesta en práctica por el mismo grupo de ideólogos de derecha que se aglutinaron alrededor del Proyecto para un Nuevo Siglo Americano, como puede comprobar quien revise la masa documental ofrecida por el ex secretario del Tesoro, Paul O´Neill, y sintetizada por Ron Suskind en El precio de la lealtad (Océano,2004).

En la pila de documentos secretos que George Tenet, el entonces director de la CIA puso en manos de O'Neill, se describe un abanico de actividades encubiertas que se extiende por todo el mundo, "entre ellas complots y asesinatos; un plan para neutralizar, utilizando cualquier medio necesario, a gente predispuesta contra el gobierno estadunidense. Y el punto central era la disposición provisoria de que prácticamente no habría ninguna supervisión civil. La idea básica era: 'díganos qué impresión quiere dar, señor presidente, y nosotros nos encargaremos del resto'" (p. 220). Ante la postura electoral de Bush en 2000, según la cual su gobierno pondría en práctica una política no intervencionista, ya que había afirmado que "seríamos humildes en el extranjero" y no "intervendríamos en actividades de construcción de naciones", O'Neill describe su asombro de cara a las mentiras y contradicciones de la "pequeña camarilla de Bush, constituida por asesores de la campaña electoral o de sus tiempos de Texas".

A pocos días de asumir la presidencia, es decir, mucho antes del 11-9, se nos informa que "se debatían ya auténticos planes para la toma y ocupación de Irak -junto con la apropiación de los yacimientos petrolíferos, el envío de fuerzas de pacificación y el establecimiento de tribunales para crímenes de guerra- en aplicación de una doctrina tácita de guerra preventiva" (p. 154).

La criminalidad de Estado y la codicia por la riqueza petrolera de Irak, o donde esté localizada, sea en Venezuela o en México, amerita atención. Desde el 30 de enero de 2001 Rumsfeld, Cheney, et. al., con la ayuda del Pentágono, tenían preparados los documentos "sobre la ubicación de los yacimientos petrolíferos de Irak, sobre las áreas de exploración y las empresas que podrían estar interesadas en participar en el reparto de tan precioso bien" (p. 117). Como en el caso de la privatización y extranjerización de PEMEX, que Bush impulsa por medio del Banco Mundial y de Fox, en el de Irak ya se contaba con datos que permitían señalar "las extracciones petrolíferas supergigantes". La parte suroeste de Irak aparece como apetecible botín y de manera similar la cuenca de Burgos, de México, fue dividida en bloques para la rapiña futura. El problema de fondo es que la criminalidad de Estado junto con los planes para el saqueo de la riqueza ajena, si bien resultan, como dice O'Neil, "una combinación irresistible", es fatal para la paz mundial.

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