la Jornada.
México 2 de septiembre de 2004.
El pasado fin de semana, en la ciudad de México y en Nueva York afloraron indicios de que la jugada de la derecha por la polarización, la guerra de clases y la provocación encierra enormes riesgos para la paz social y para quienes, como Aznar, Bush y Fox, han buscado sacar ventaja electoral y la auspician de manera imprudente: cientos de miles de ciudadanos tomaron las calles para manifestarse, en el primer caso, en defensa de un proyecto alternativo a la debacle gestada por la depredación neoliberal y su brutal agresión contra el campesinado, los sectores medios y la clase trabajadora, y en el segundo, para rechazar la regresiva política económica y de libertades civiles, así como la unilateral, corrupta y belicosa política exterior de Bush en Irak.
Aquí, ese repudio, entiéndase bien, no es al "neoliberalismo" como una abstracción, sino a una agenda concreta impulsada por agentes específicos e intereses de clase identificables, como el Banco Mundial y la depredadora plutocracia doméstica, crónicamente presta a fungir como intermediaria con el exterior para venderlo todo a la menor provocación: banca, comercio y, si se le deja, petróleo, electricidad, agua, biodiversidad y territorio.
La situación es grave. El esquema de despojo llegó a los límites de tolerancia sociopolítica. Los planes de choque ahondaron los factores que llevan al país a ser víctima de un ciclo perverso de deterioro de los fundamentos materiales y jurisdiccionales del proyecto nacional formalizado en la Carta Magna, algo que, dada la larga tradición expansionista de Estados Unidos, junto con la vocación entreguista de quienes han estado al mando en Los Pinos (ya por 22 años), nos coloca en situación precaria.
Es dramática la profundización de la inequidad, el desempleo y la pobreza. Los programas impulsados en favor del alto capital mediante el Banco Mundial y sus empleados locales, como el TLCAN, la desregulación financiera y la liberalización comercial a ultranza, la disminución acelerada de la inversión pública y del gasto social y su desvío al pago de la deuda y al rescate de especuladores tipo IPAB-Fobaproa, acicatean las fisuras en lo étnico, regional y económico, agudizando el conflicto de clase. El deterioro es alarmante y representa una amenaza a la "seguridad humana" de nuestra población, seguridad que los especialistas conciben como "un niño que no llegó a morir, una enfermedad que no se propagó, un empleo que no fue eliminado, una tensión étnica que no degeneró en violencia, un disidente que no fue silenciado".
Presenciamos, como en los tiempos previos a los grandes traumas históricos que desembocaron en cruentas guerras civiles, raciales, regionales y globales, que la dirigencia político-económica padece demencia precoz y profundiza los masivos desequilibrios inherentes a un sistema de saqueo doméstico e internacional, articulado alrededor de metas cortoplacistas que marginan del circuito económico a cientos de millones de personas.
Las consecuencias eran ya devastadoras antes de que el panismo llegara al poder. Ahora Fox socava todavía más los ejes de la estabilidad. Desde el domingo cientos de miles de ciudadanos rechazaron este estado de cosas y se manifestaron contra mayores atropellos como el uso político-electoral del aparato judicial. La ciudadanía entiende que se vulneran los mecanismos disponibles para una salida no violenta a la acumulada explosividad social gestada por un régimen faccioso y clasista. Sale a la calle para dejar explícito que utilizar a la Procuraduría General de la República para lograr ventajas electorales, además de irresponsable es un acto abiertamente subversivo y una invitación al caos. Reconoce que los operativos de Estado contra López Obrador debilitan los fundamentos del Estado de derecho y, por tanto, de la paz social. Esos agravios son parte de la estrategia polarizante utilizada por la derecha para acorralar electoralmente cualquier proyecto alternativo. Fox y su gabinete lanzan más gasolina a un tanque que empezó a explotar hace 10 años.
Vivimos hoy una paz precaria, plagada de incertidumbre y violencia cotidiana. Millones de familias despojadas de su patrimonio y de un salario seguro. De ello son testigo los ferrocarrileros y lo acaban de soportar los trabajadores del IMSS a manos de una mancuerna legislativa PRI-PAN torpe y ¿deslumbrada por las migajas que les arrojaron quienes están empecinados en apropiarse de los ahorros de los trabajadores de todo el país, otro botín como el Fobaproa, estimado en poco más de 2 billones de pesos?
Para esa derecha la paz social es sacrificable ante la expectativa de desactivar el enorme ímpetu electoral que, según las principales encuestas, encabeza López Obrador en todo el país. Los aprendices de brujo a la usanza de Aznar y Bush impulsan la guerra de clase y la provocación para apropiarse del centro político-electoral "estigmatizando" como "extremistas", "populistas" o "anarquistas" a los sectores agredidos por ellos. Es una apuesta temeraria.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario