La Jornada.
México 22 de julio de 2004.
Cuando se dio a conocer hace pocos días que Tom Ridge, a cargo del Departamento de ''Seguridad de la Madre Patria'', le pidió al fiscal John Ashcroft revisar los pasos legales que serían necesarios para suspender las elecciones presidenciales, ya que la red terrorista Al Qaeda ''puede atacar dentro de Estados Unidos con el objetivo de frustrar o entorpecer las elecciones del 2 de noviembre'', se puede inferir: primero, que el gobierno de Bush tiene toda la intención de utilizar electoralmente el trauma del 11/09, es decir, que el ''miedo'' jugará un papel importante en su esquema electoral y, segundo, que aparentemente Ashcroft, Ridge y los abundantes recursos humanos y materiales de esas dependencias serán utilizados en función de la estrategia para la ''elección'' de Bush.
Digo ''elección'' y no ''re-elección'' porque en realidad, como apunta irónicamente André Gunder Frank (Memoria, julio, 2004) a fin de cuentas ''...Bush no fue electo, sino selecto en la Corte Suprema'' para ''aplastar el voto popular en Florida''. Bush llega a la Casa Blanca por una decisión de la Suprema Corte con una votación de sólo cinco a favor y cuatro en contra. Frank acierta al calificar este proceso como un ''coup d´etat de facto''.
El punto central es que, como resultado de cuestionables usurpaciones electorales y de funciones legislativas y judiciales, Bush colocó a Estados Unidos, por medio del Acta Patriótica, en un ''estado de excepción'' que se invoca, significativamente ahora, cuando las encuestas muestran un perceptible deterioro de la posición del ''presidente'' ante el electorado, comparado con la excepcional fuerza política que logró inmediatamente después de los ataques terroristas, y luego de la detención de Saddam Hussein. Y es que, como advirtió hace poco Daniel Ellsberg, oficial de inteligencia que hace tres décadas dio a conocer los documentos del Pentágono y fue llevado a juicio por filtrar la información que finalmente liquidaría a Nixon y la escandalosa política que apuntaló la guerra de Vietnam, los ataques del 11 de septiembre ''fueron pretexto para invadir un país que no nos amenazaba y para desmantelar nuestras libertades y derechos ciudadanos''.
Ellsberg opina que ''aún no estamos en un verdadero Estado policiaco'', pero considera que ''...esto podría suceder después de un próximo ataque terrorista''. En coincidencia con la tesis y la información que hizo pública Richard A. Clarke (responsable de la lucha antiterrorista durante las presidencias de Bush padre, Clinton y Bush hijo) en su libro Contra todos los enemigos, Ellsberg señala que ''la guerra en Irak ha sido catastrófica y agregó muchas razones para que nos ataquen los terroristas'', al tiempo que advertía que ''un próximo ataque podría cambiar definitivamente a EU y convertirlo en un país fascista, en manos de gente como John Ashcroft o John Pointdexter''. Y esto es lo que precisamente está considerando una camarilla como la que ocupa la Oficina Oval, la Fiscalía y el Departamento de Seguridad de la Madre Patria, que a decir de un columnista citado por Clarke, está formada por tipos que son ''más endogámicos, herméticos y vengativos que la mafia''.
Llama la atención que la nota periodística que se difundió en Internet sobre la posposición de los comicios tiene como subtítulo: ''El autogolpe planea sobre EU'' y toma nota de que Ridge le pidió al fiscal Ashcroft estudiar una carta que recibió de DeForest Soaries, presidente de la Comisión Estadunidense de Asistencia Electoral. Esta instancia fue creada en 2002 para proveer fondos a los estados que deben reemplazar los sistemas de votación que usan tarjetas que son perforadas, por otros métodos electrónicos más modernos, además de proveer asistencia para las elecciones federales.
Fue Soaries, vinculado al clan Bush y a las dos empresas encargadas de fabricar las urnas y sistemas de votación electrónicas -también cercanas políticamente a los Bush-, quien planteó a Ridge que se pida al Congreso ''que apruebe una ley que otorgue al gobierno la autoridad para cancelar o posponer una elección federal''. Todo esto coloca al ''miedo y el fraude'' como la piezas centrales del ''mapa de ruta electoral'' de Bush. Existen sondeos que indican precisamente que la ''seguridad'' es la única área en la que Bush muestra una ventaja, aunque declinante, sobre Kerry.
Estudios recientes indican que se profundizan las dudas del electorado tanto en el manejo de la política antiterrorista como de la guerra contra Irak, resultado de una buena cantidad de revelaciones sobre las ineptitudes del gobierno de Bush contenidas en libros e informes elaborados por comités bipartitos de la legislatura en torno a las bases de inteligencia para justificar la guerra contra Irak y el comportamiento visiblemente fallido y sospechoso del gobierno antes, durante y después de los ataques del 11/09.
Lo que sí debe quedar claro es que el panorama se le complica a Bush y que, por mantener el poder, él y su camarilla son capaces de todo.
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