a codicia de British Petroleum (BP) por el crudo del yacimiento Macondo en el Golfo de México, llamado así por la novela de García Márquez, pudo más que las advertencias sobre la inestabilidad subyacente para proceder con su explotación en aguas profundas: los datos sismológicos mostraban que había gran cantidad de metano debajo y alrededor de Macondo. Aunque el peligro de explosión era alto, BP instaló la plataforma Deep Water Horizon, semisumergible de aguas ultra-profundas (hasta 10 mil 685 metros) de posicionamiento dinámico, propiedad de TransOcean y de Anadarko Petroleum, dueña del 25 por ciento.
Tras su estallido y la muerte de 11 trabajadores el 20 de abril, los testimonios técnicos ante el Congreso de EU mostraron que BP, responsable de la operación, se manejó con doblez al privilegiar el abatimiento de los costos por encima de todo, colocando en serio riesgo la integridad estructural del pozo. Jim Hackett, gerente de Anadarko acusó a BP de “negligencia mayor o intencionada mala administración”, cuando rehusó responsabilidad alguna por el accidente, que además de las bajas, provocó un mega-desastre ecológico cuya dimensión rebasa la imaginación al aumentar el conocimiento científico sobre sus impactos ambientales, pese a la resistencia de BP a informar.
BP fue acusada de ocultar la verdadera dimensión del desastre y a la Casa Blanca se le cobra la desregulación de las perforaciones offshore
antes del accidente. El Centro de Diversidad Biológica amenaza con enjuiciar al gobierno por saltarse regulaciones y aprobar 300 nuevas operaciones de este tipo desde enero de 2009, sin los permisos relacionados con la protección de mamíferos marinos.
Quienes han estudiado los videos del derrame lo calculan en 13 millones de litros diarios, 14 veces más que lo reconocido por BP. Peor aún: el petróleo de Macondo contiene 40 por ciento de metano, comparado con 5 por ciento hallado en los depósitos típicos. Científicos de universidades de la región han hallado bolsones a gran profundidad, de casi 20 kilómetros de largo, desplazándose a 32 kilómetros al sudeste de Macondo, con una concentración de metano 10 mil a 100 mil veces mayor de lo normal y con niveles de destrucción del oxígeno de 30 por ciento o más, amenazando con aniquilar los microorganismos y con ello la vida misma y formar más zonas muertas en el Golfo, lo que llevó a John Kessler, oceanógrafo de la Texas A&M University y estudioso del impacto de ese gas en el derrame, a exclamar: “es la erupción de metano más vigorosa registrada en la historia humana moderna”.
Algunos vinculan la presencia de esos bolsones a que BP inyectó en el foco del derrame grandes cantidades del dispersante Corexi/9500, fabricado en Illinois, con vínculos empresariales con BP. Por ser altamente tóxico está prohibido en Europa. El The New York Times señala que la Agencia Ambiental de EU lo acepta, pero no es el dispersante menos tóxico ni el más efectivo
. Se usa a gran profundidad, según algunos, para ocultar la magnitud del flujo, coagulando ahí parte del petróleo. Por los huracanes el calor y la evaporación, su efecto en mar y tierra es en potencia, devastador.
En medio del drama, humor: el mimo Andy Borowitz dijo al Huffington Post que “Goldman Sachs (GS) endosó unasubstancial apuesta financiera contra el Golfo de México según correos electrónicos de Fabrice Tourrene”. Aunque es una broma, Tourrene es el ejecutivo de GS demandado por presunto fraude, mentir y ocultar datos a los inversionistas. Por lo que el chiste de un Tourrene supuestamente diciendo que “con sólo que una plataforma petrolera caiga estaremos nadando en lana”, “suck it, fishies and birdies”, capta la esencia de la tragedia de hoy.
En Macondo realidad y ficción son una: como Wachovia Corp., de Wells Fargo y el banco UBS, GS cedió acciones de TransOcean y vendió 44 por ciento de su portafolio de BP por 250 millones de dólares antes de la explosión. El capitalismo cuida la lana, no la vida del trabajador o la integridad de la biosfera.
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