La Jornada.
México 30 de marzo de 2006.
La cantidad de eventos político-militares, legales y constitucionales ocurridos entre la primera y lo que probablemente sea la última visita oficial de Bush a su homólogo mexicano Vicente Fox, hace que parezca como si hubiesen pasado décadas y no años. En febrero de 2001, Bush recién asumía la presidencia. Aquel fue un encuentro que anunció lo que vendría después: apartándose de las formas civilizadas, Bush ordenó, desde México, un ataque aéreo contra Irak. Ahora sabemos que fue una operación para, entre otros motivos, colocarnos como cómplices geopolíticos.
Quedó claro que la Casa Blanca profundizaría la diplomacia de fuerza en el Oriente Medio y en el mundo. Testigos de las deliberaciones secretas del Consejo de Seguridad Nacional, como Paul O Neill (ex secretario del Tesoro) y Richard Clarke, encargado de la campaña antiterrorista, posteriormente dejaron saber que, mientras Bush visitaba a Fox, el Consejo de Seguridad Nacional discutía los planes militares contra Irak y que ya circulaba un plan político-militar "para la crisis en Irak después de Sadam". La ocupación militar de Irak y su vasta reserva petrolera estaba lista.
En El precio de la lealtad (R. Suskind, Océano, 2004) O'Neill indica que Rumsfeld "había puesto toda su atención en analizar "cómo" un incidente podría causar una escalada en la tensión -un incidente como el derribo de un avión estadunidense... y cuál podría ser la respuesta de EU ante dicha contingencia" (p.118). Tal "incidente" no ocurrió en los cielos de Irak, sino de Nueva York y Washington, en horas y minutos en que los principales dispositivos militares a cargo de la seguridad del espacio aéreo, o habían sido desactivados o bien estaban ocupados en ejercicios militares o de protección civil. Cuando Clarke, después de que el primer avión impactó una de las Torres Gemelas pidió auxilio al Comando Aéreo (NORAD) para detener los aviones, se le informó que "estamos a mitad de un ejercicio NORAD, el Vigilant Warrior" y, se le notificó que "los AWACS -aviones radar- "...no están en alerta" (Contra todos los enemigos, Taurus, 2004 p. 20).
Desde Enero de 2001 Clarke pidió audiencia con Bush para activar un programa antiterrorista vasto y agresivo y así neutralizar las operaciones de Al Qaeda y de Bin Laden en Estados Unidos. Con amargura narra que no lo recibiría hasta septiembre. Todas sus iniciativas fueron metódicamente relegadas, degradadas o desactivadas. La política de la Casa Blanca de congelar el programa antiterrorista, "antes" del 11-09 se diseminó a los puestos clave del aparato de seguridad, y de ahí a los rangos medios y operativos.
Abundan evidencias que desarman la explicación oficial sobre la "no prevención" de los ataques, centrada en "fallos burocráticos". El caso más reciente lo ofreció Harry Samit, agente del FBI en Minneapolis, quien testificó bajo juramento en el juicio que se le sigue a Zacarías Moussaoui -el único terrorista vivo que habría sido parte del equipo en los ataques del 11-09-, que "había advertido a sus superiores más de 70 veces" que Moussaoui estaba armado y preparando la captura de aviones. El 18 de agosto de 2001 Samit le informó a la oficina central de la FBI que "Moussaoui intentaba secuestrar un avión" y que según fuentes francesas fue "reclutado por un grupo musulmán de Chechenia vinculado con Osama bin Laden" (The Washingon Post, 21-III-06). Pero Michael Maltbie, el supervisor de Samit, modificó el texto eliminando toda referencia a Osama bin Laden, por lo que él y sus superiores han sido acusados por Samit de "negligencia criminal". A pesar de ello, Maltbie fue promovido y hoy es supervisor en Cleveland. Algo similar le ocurrió al general encargado de la vigilancia del espacio aéreo durante las horas -y minutos- cruciales de los ataques, quien fue nombrado por Rumsfeld como primer encargado del recién establecido Comando de la América Norte.
Bajo el impulso del 11-09, se "justificó" la agresión a Irak, se instauró un Estado de Excepción, formalizado en el Acta Patriota, se aplicó un programa ilegal de espionaje interno, se suspendieron fracciones centrales de la Constitución, y el Ejecutivo se dedicó a usurpar funciones legislativas y judiciales, estableciendo tribunales secretos al margen de la ley criminal y de los códigos militares. Además, por medio de la Doctrina de la Guerra Preventiva, rompió con principios básicos del Derecho Internacional.
Desde que Bush nos visitó, se han registrado más de 150 mil bajas iraquíes (incluyendo mujeres y niños), 2 mil 300 soldados de Estados Unidos muertos y más de 15 mil efectivos, heridos y mutilados. De Guantánamo a Abu Ghraib, y desde una vasta red de prisiones en mar y tierra, se practican sistemáticamente atrocidades y torturas. La debacle moral y política es profunda. Como bien lo sintetizó William Pfaff ( Harpers Nov. 2005 ) la Casa Blanca de Bush "autorizó a los oficiales de Estados Unidos cometer actos por los que los aliados de la Segunda Guerra Mundial colgaron a oficiales de la Gestapo y de la SS, así como a comandantes japoneses de los campos de prisioneros".