La Jornada.
México 25 de noviembre de 2004.
Resultado de la geopolitización de las relaciones económicas internacionales acarreada por la guerra contra Irak y del unilateralismo diplomilitar, formalizado en la "doctrina" de autodefensa anticipatoria de Bush, se acentúa y se generaliza la incertidumbre. Las operaciones militares realizadas en función de intereses vinculados con la industria del gas y del petróleo, pero también con la armamentista y de servicios de seguridad de Estados Unidos, paradójicamente deteriora de manera preocupante la estabilidad del medio ambiente sociopolítico internacional requerido para la acumulación. Esto ocurre en momentos en que se complica la ecuación petrolera mundial, la cual indica que hemos ingresado a una zona de turbulencias sólo equiparable con aquellas experiencias históricas que antecedieron a los grandes conflictos y guerras que traumatizaron a la humanidad durante el siglo XX.
Una importante manifestación de ello es la perceptible inestabilidad en el mercado petrolero mundial. En el ojo del huracán de este fenómeno se encuentra el empantanamiento mesopotámico experimentado por el aparato castrense de Estados Unidos, resultado de la inusitada resistencia iraquí. La masacre de iraquíes perpetrada por la Casa Blanca, que, según la revista médica Lancet, hasta poco había cobrado 100 mil víctimas, no ha hecho otra cosa que intensificar y regionalizar la resistencia. Medio Oriente es una zona donde, cabe recordar, se localiza cerca de 60 por ciento de las reservas petroleras del mundo y de las que depende en gran medida el funcionamiento de las principales economías, que ya empiezan a experimentar perturbaciones que combinan el estancamiento con la inflación sólo comparables con aquellas que se observaron en 1970.
Citando un estudio de Joachim Fels, de Morgan Stanley, Samuel Brittan (Financial Times, 5/11/04, p.13) llama la atención a los paralelismos entre la actual situación y la "estagflación" de la década de los 70: los precios del petróleo casi se quintuplicaron en ambas ocasiones. La política monetaria y fiscal ha sido altamente expansiva, incluso con periodos de tasas de interés negativos, y en ambos las naciones industriales enfrentaron a nuevos competidores en los mercados mundiales, en aquel entonces de Japón y de Corea del Sur. Hoy la competencia proviene de China, India y Europa Central con profundos impactos. También nos recuerda que en los 70 se desaceleró la productividad mundial por razones que todavía se discuten. Aunque Fels argumenta que la actual situación no es tan grave, Brittan advierte, con razón creo yo, que ciertos elementos de la ecuación energética son hoy mucho más delicados, ya que la disponibilidad de petróleo no depende de la acción de cártel alguno, sino de serios límites de la capacidad para la producción mundial de petróleo mientras, como ayer, es grande la dependencia sobre la producción de los pocos, pero inmensos campos petroleros de Arabia Saudita, lo que ocasiona dos graves riesgos: a) mayores dificultades físicas para aumentar la producción, y b) una intensificación de los riesgos acarreados por la inestabilidad político-militar generada por el unilateralismo castrense de Bush.
La guerra contra Irak es uno de los principales ejes explicativos de la inestabilidad del mercado petrolero. Pero esto ocurre en un medio signado por los límites físicos antes apuntados y un aumento persistente de la demanda de petróleo y gas proveniente de economías altamente dinamizadas , como la China e India. China pasó de consumir 9 por ciento de la energía del mundo hace 10 años al 12.1 por ciento hoy, lo que, con más de mil millones de habitantes, la coloca en segundo lugar, sólo después de Estados Unidos con 24 por ciento (y con menos de 6 por ciento de la población mundial). Según el Departamento de Energía estadunidense (The Economist, 15/11/04, p 60), para 2020 China duplicará su demanda petrolera llegando a 11 millones de barriles diarios y a triplicar su consumo de gas. Con sólo 2.1 por ciento de las reservas probadas del mundo y 5.23 por ciento de las de gas, su dependencia la llevará a jugar un papel más activo en la disputa por los recursos energéticos, tanto en Asia como en el Oriente Medio y América Latina. Algo similar se observa en India, cuya economía también se industrializa a pasos agigantados. Cabe mencionar que ninguno de los gigantes asiáticos sigue las recetas desindustrializadoras impulsadas en nuestros países por Estados Unidos desde el FMI-Banco Mundial. Para India la situación del gas y petróleo es más precaria dentro de un panorama en el que, según su Comisión de Planificación, en los próximos 20 años se triplicarán sus necesidades energéticas. Hoy importa 73 por ciento del petróleo que consume, y en 2030, según esa fuente, la dependencia será de 90 por ciento.
En este contexto cobra inusitada importancia tanto el análisis de Carlos Fazio (La Jornada, 23/11/04) sobre los despliegues castrenses de Estados Unidos al sur del Bravo, especialmente sus operativos en Colombia, Ecuador, Venezuela y Bolivia, ricos en gas y petróleo, como los análisis en torno a los peligros de la apertura de Fox a las petroleras en Pemex.
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