La Jornada.
México 16 de Octubre de 2003.
La "hoja de ruta" para inducir la privatización y extranjerización de los activos nacionales -Pemex, Comisión Federal de Electricidad (CFE), Luz y Fuerza del Centro (LFC)- incluye, según Joseph Stiglitz (Memoria, julio de 2002), ex alto funcionario del Banco Mundial, un programa de cuatro pasos: primero la "sobornización" de la dirigencia política doméstica, que ya describí desde estas páginas; sigue luego la desregulación del sector financiero originando así "el ciclo del dinero caliente", todo un "barril sin fondo".
En el caso mexicano, el BM-FMI mediante el binomio Salinas-Gurría promovió dicha "desregulación", que permitió y permite a las grandes firmas extranjeras y a los especuladores nacionales e internacionales sacar del país decenas de miles de millones de dólares en instantes.
Amparados por los bonos Brady, los principales beneficiarios fueron precisamente los más poderosos participantes de esta operación: Salomon Brothers, Meryll Lynch, Citibank, Chase Manhattan y J. P. Morgan, que obtuvieron ganancias fabulosas. En verdad muy poco de ese dinero canalizado hacia los mercados emergentes se ha invertido directamente en plantas y equipo.
Según analistas del Institute for Policy Studies, de Washington, DC, las enormes sumas que abarrotaron el mercado de valores mexicano en esos años, de 10 a 15 mil millones de dólares anuales después de que el país firmó el Plan Brady, produjeron la privatización e internacionalización de la propiedad de empresas ya existentes, pero sólo 5 por ciento fue usado para aumentar la infraestructura local. Esto último es de poco interés para los banqueros, quienes obtienen sus ganancias inyectando grandes sumas de dinero en pequeños mercados, como el mexicano, brasileño, chileno o argentino, elevando así hasta la estratosfera el precio de los valores locales, dedicándose a un lucrativo negocio especulativo. La burbuja revienta inevitablemente y, cuando ello ocurre, se procede inmediatamente a un "rescate" de esos mismos grupos financieros, como el diseñado por Clinton, torpemente aceptado por Zedillo.
Algunos funcionarios, José Angel Gurría entre ellos, parecen haberse dejado envolver por el "globalismo pop", una ideología desgastada, repleta de euforia y determinismos, pero que todavía se utiliza, por ejemplo, en el más reciente seminario del Senado sobre "globalización y desarrollo". Si se trata de un discurso con el que se pretende obnubilar a la opinión pública, también impacta a la quintacolumna neoliberal. Gurría se ufanaba de que "...la culminación exitosa de la ronda Uruguay del GATT y la firma de acuerdos comerciales de México con varios países del mundo, en particular el TLC, ... ofrecerán a nuestro país un entorno favorable que debe aprovechar para sustentar el crecimiento futuro en el comercio y la inversión, alejando con ello la amenaza de otra crisis de sobrendeudamiento" (sic).
Exactamente dos semanas después de hecho un diagnóstico, bajo la retórica del "globalismo pop", que no pudo resultar más fallido, estalló la macrocrisis de 1994. Corresponde propiamente a la sociología del conocimiento tratar de explicar la notable incompetencia del diagnóstico de Gurría. Pero, en vista de que posteriormente al estallido de la macrocrisis voceros del FMI señalaron que esa institución había advertido oportunamente al gabinete económico de Salinas sobre los peligros inherentes a la masiva inversión especulativa y de corto plazo en que se sustentó la política económica, quizá sea el sicoanálisis la disciplina que más efectivamente explique estas "fallas de comunicación".
Estos son algunos de los mecanismos de una abstracta y misteriosa "globalización", que corre de artículo en artículo y de voz en voz por los pasillos gubernamentales, senatoriales, periodísticos, radiales y académicos. En cada uno de estos "pasos" o "ciclos neoliberales" se profundiza más el desempleo y el despojo de las grandes empresas mexicanas. Como se comprobó con las iniciativas enviadas por Zedillo para modificar la Constitución a efecto de colocar en el piso de remates a Ferrocarriles Nacionales de México, la CFE, la LFC y Pemex. El pobre sólo pudo entregar, entre otros bienes, los ferrocarriles. Ahora, bajo la misma "hoja de ruta" del maximato, Fox se esfuerza por entregar y extranjerizar lo que falta. Con ello también se "extranjeriza" nada menos que la matriz territorial de la nación.
Existen dos elementos básicos del esquema de incautación, rescatados en un importante análisis que ofreció, en su oportunidad, Carlos Vilas: "1) un atraso del tipo de cambio respecto del índice de precios y anclaje a través de una banda de flotación que se actualiza periódicamente y que anuncia el ritmo futuro del deslice; y 2) una fuerte dependencia de financiamientos externos de corto plazo". El atraso del tipo de cambio genera divisas baratas para pagar la deuda externa, lo que, junto con la amplia eliminación de restricciones a las importaciones, permite controlar la inflación interna con un nivel de precios a la baja sin recurrir a mecanismos extraeconómicos.
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