la Jornada.
México 2 de octubre de 2003.
El recrudecimiento de la ofensiva imperial-oligárquica contra el patrimonio petrolero, gasero y eléctrico del país tiene como actores centrales del drama: 1) al pueblo mexicano contra cuyos intereses públicos nacionales se atenta; 2) las grandes empresas petroleras y eléctricas internacionales; 3) los instrumentos de Estado mexicanos, hegemonizados por lo que algunos en ciencias sociales identifican como una voraz y depredadora "burguesía compradora", y otros como "neoligarquía"; y 4) los instrumentos del Estado imperial, y aquí colocaríamos, en primer lugar, a los componentes centrales del maximato: el llamado grupo del BM-FMI, el Tesoro de Estados Unidos -principal accionista con 51 por ciento del BM- y, desde luego, a los otros puntales de la proyección de poder de la presidencia imperial de Estados Unidos de corte militar, policiaco y de inteligencia, y a sus assets (activos) locales: la "quinta columna neoliberal".
Conviene tener presente que los procesos de privatización de facto, impulsados por el BM-FMI desde la Presidencia y las respectivas secretarías de Estado, son concebidos de manera "integral" como resultado de lo que el Departamento de Energía estadunidense plantea como creciente convergencia "de las actividades relacionadas con el petróleo y con la generación eléctrica". El maximato se interesa en el complejo petroeléctrico mexicano por el hecho de que se ha comprobado que la tasa de ganancias generada por la interconexión entre las compañías petroleras, particularmente aquéllas con activos importantes en la producción o distribución de gas natural, y las de generación eléctrica, son entre 50 a 75 por ciento superiores a las que sólo se dedican a una de estas actividades. La interrelación del negocio gasero con el eléctrico ofrece mayores márgenes de ganancia; de aquí que esa convergencia genere furor, entusiasmo e ímpetu privatizador en el alto empresariado, la cúpula del BM y en la de sus country managers: los presidentes mexicanos de turno, Salinas, Zedillo y ahora Fox, los secretarios de Estado involucrados, así como encargados de las direcciones respectivas.
Conviene no sicologizar el fenómeno. La motivación detrás de lo que algunos perciben como "la terquedad " de Fox por lanzar al piso de remates de Wall Street a Pemex, a la Comisión Federal de Electrcidad y a Luz y Fuerza del Centro tiene dos ejes: primero, los ya mencionados mayores márgenes de ganancia, y segundo, la implementación de un programa de cuatro etapas dedicado a inducir en la cúpula política local la adopción y actuación dinámica en favor del esquema privatizador. Según detalla el periodista Gregg Palast en una entrevista con Joseph Stiglitz -quien fuera presidente del BM, jefe del Consejo Presidencial de Consultores Económicos en el gabinete de Clinton y premio Nobel de Economía (Memoria, junio de 2002)-: el paso uno "...puede llamarse con más precisión la "sobornización".
Stiglitz detalla cómo el BM logra la adhesión de presidentes y ministros para que en lugar de oponerse a la venta de las grandes y estratégicas empresas nacionales, en gas, electricidad, petróleo, puertos o ferrocarriles, se inclinen a liquidarlas "alegremente'', usando como excusa "las exigencias del FMI". Y agrega significativamente: "...podías ver cómo se les abrían los ojos ante la posibilidad de una comisión de 10 por ciento, pagada en cuentas suizas, por el simple hecho de haber bajado unos cuantos miles de millones del precio de venta de los bienes nacionales" (p.15). Tal parece ser uno de los pilares del "quintacolumnismo neoliberal".
El economista ilustra también cómo las autoridades gubernamentales de Estados Unidos estaban al tanto de estos tejes y manejes. Tal es el caso de la "sobornización" del programa privatizador ruso, considerado, sólo después de la venta de garage salinista valorada entre 23 y 26 mil millones de dólares, como la mayor venta por liquidación de empresas nacionales.
El segundo paso, aplicado en México durante el salinato, es la "desregulación" del sector financiero, esencial en el proceso privatizador. Es lo que Stiglitz llama "el ciclo del dinero caliente". La "vulnerabilización" de la economía nacional es uno de sus principales objetivos. Recuerde el lector que Salinas y Gurría promovieron la "desregulación" auspiciada por el FMI-BM que permitió y permite a empresas extranjeras y a especuladores nacionales e internacionales repatriar dólares como nunca antes. Esa desregulación, uno de los fundamentos del Plan Brady, facilitó al gran capital financiero de Wall Street lograr a costa del "mercado emergente mexicano" astronómicas ganancias. La enorme especulación que devastó a México tiene como pilar central precisamente los acuerdos Brady, ensalzados por Gurría et. al, ya que fue un mecanismo diseñado para favorecer a los altos círculos de la finanza, pues por su medio se transformaron decenas de miles de millones de dólares de sospechosos bonos de la deuda en valores comerciales respetables, amparados por notas del Tesoro estadunidense a 30 años.
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