La Jornada.
México 6 de marzo de 2003.
Las contradicciones y respuestas inesperadas que ha recibido la diplomacia estadunidense, generadas al calor de factores geoeconómicos, étnico-religiosos, políticos, jurídicos y estratégicos, así como el despliegue de acciones y reacciones regionales e internacionales en torno a la intención de Estados Unidos de lanzar un ataque unilateral, bajo la cubierta de una guerra de "autodefensa preventiva" contra Irak, no son sino expresión del nudo gordiano que desató esa política de fuerza en un contexto interactivo signado por la complejidad y la incertidumbre. Incertidumbre que afecta de manera peligrosa el funcionamiento de la economía y de la política del orbe.
Desde el Senado de Estados Unidos se advierte a Bush que los costos de la guerra pueden ser "apabullantes" y se le recrimina la reticencia a informar cuánto costará y cuál sería su impacto en la economía estadunidense y mundial. Esta despreocupación sobre los impactos económicos y el énfasis en el uso de instrumentos militares son unas de las características centrales del imperialismo contemporáneo. Cabe recordar aquí la advertencia del senador Robert Byrd de que el gobierno de Bush "...va a tener que pedir prestado para pagar la guerra. Su costo fácilmente ascendería a miles de millones de dólares, devastando el presupuesto federal, de por sí deficitario, y llevándose de por medio a la economía".
En lo que se refiere al aspecto político la situación es igualmente complicada. Las acciones diplomilitares desplegadas por la Casa Blanca desde el Pentágono, el Departamento de Estado y las agencias de espionaje tienden a debilitar las precarias estructuras normativas e institucionales establecidas después de la Segunda Guerra Mundial, que hasta ahora han jugado un papel importante en los esfuerzos por evitar una tercera conflagración, por lo que el entorno estratégico y el económico tienden, respectivamente, hacia mayor desestabilización y estancamiento. Esto no parece preocupar mayormente a la cúpula gubernamental estadunidense. La BBC informó el domingo pasado que, según el subsecretario de Comercio de EU, "la guerra abrirá el grifo del petróleo iraquí, y este nuevo petróleo tendrá un profundo efecto en la economía de los países industrializados y consumidores".
Queda claro que es una guerra de corte imperialista, dirigida al control de la primera cuenca petrolera del planeta, donde se localiza 65 por ciento de la reserva mundial de petróleo. Dadas las fuertes relaciones entre la Casa Blanca y la industria del gas y del petróleo de Estados Unidos, el desprecio público por el programa bélico de Bush se acrecienta, especialmente si se tienen en mente los enormes e inaceptables costos humanos.
Entre las manifestaciones más importantes de las contradicciones que se gestan, pueden mencionarse: 1) La vasta repulsa de la población mundial a la guerra. A ello siguió una agria disputa impulsada por la retórica encendida y emotiva de Rumsfeld y otros voceros del equipo bushiano contra los "aliados" europeos. 2) Agréguese el rechazo del Parlamento turco al despliegue de tropas estadunidenses en esa nación, lo que Washington trata de revertir mediante una segunda votación, apoyada con acciones encubiertas. 3) Este incidente cobra mayor importancia en un medio ambiente regional en el que la fuerza de la opinión pública árabe contra esta guerra ha sido vigorosa. Lo que jugó un papel importante, si no es que determinante, es el "absoluto rechazo" de la Liga Arabe a una guerra contra Irak. El extremismo de la política exterior de la Casa Blanca logró generar lo que, de cara al divisionismo que ha caracterizado históricamente a esa liga, es una insólita unanimidad. 4) A estas calamidades para la Casa Blanca se agregan la activa diplomacia vaticana, de la iglesia anglicana y del Consejo Mundial de Iglesias contra la guerra y la embarazosa fuga de seguridad que mostró, según documento publicado por The Observer (2/3/03), que la Agencia de Seguridad Nacional había recibido instrucciones de la Casa Blanca de intensificar el espionaje microfónico, telefónico y de correos electrónicos de las delegaciones integrantes del Consejo de Seguridad de la ONU, excepto las de Estados Unidos y Gran Bretaña.
La guerra parece inminente, ya que Bush se mantiene impertérrito en su intención bélico-empresarial por el control, por la vía de consorcios angloestadunidenses, de las reservas petroleras de Medio Oriente, buscando revertir y aniquilar los logros del nacionalismo árabe después de la Segunda Guerra Mundial.
Que algo similar haya ocurrido alrededor del nacionalismo mexicano en materia petrolera y eléctrica, por la vía de instrumentos económicos desplegados desde la presidencia imperial por medio del Banco Mundial, el BID y el FMI y su hegemonización de los instrumentos de Estado en México, no hace sino mostrar la importancia de poner las barbas a remojo e ir más allá para poner coto a la desatinada política presupuestal y administrativa orientada al desmantelamiento, privatización y extranjerización de Pemex y el sector eléctrico. Lo que se pretende con la desregulación comercial y de la inversión del Bravo a la Patagonia es favorecer a grandes empresas por medio del ALCA. Washington es un promotor sui generis del "libre" comercio: practica el nacionalismo económico, el más crudo proteccionismo e inusitados aumentos en el gasto público por la vía castrense, subsidiando a su industria y agricultura. Aunque el libre comercio y la "mano invisible" sean su retórica para impulsar sus intereses, Estados Unidos ha plagado nuestra región con bases militares, incrementado la transferencia de adiestramiento y tecnología militar, iniciando una ocupación militar de facto en Colombia e incrementado su personal de seguridad a niveles que superan los registrados durante la guerra fría. Washington prefiere centrar su estrategia económica, especialmente en materia de petróleo y gas natural, en "la mano visible del Pentágono". Abrir la puerta a sus empresas gaseras y petroleras para que operen de nueva cuenta en territorio nacional es un desatino; especialmente grave para la integridad de la Federación es su intromisión en los 12 mil kilómetros cuadrados de la cuenca de Burgos. Lo que Fox y la cúpula de privatizadores que maneja Pemex realizan en torno a los contratos de servicios múltiples en esa área colindante con Estados Unidos es un desatino y una infracción constitucional que debe ser detenida: de cara a lo que ocurre en Irak y Medio Oriente es una irresponsabilidad histórica mayor.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario