jueves, 3 de octubre de 2002

EU: la guerra por el petróleo

John Saxe-Fernández
La Jornada.
México 3 de octubre de 2002.

La política de fuerza contra Irak impulsada por el principal consumidor de combustibles fósiles del planeta y sus empresas, está encaminada al apoderamiento de los vastos yacimientos de crudo de esa nación y conlleva impactos internos y externos de gran magnitud. Conviene tener presente que la amenaza de utilizar instrumentos militares para que las petroleras estadunidenses asuman el control in situ de los yacimientos de Medio Oriente no es nueva, pero se ha intensificado desde el embargo petrolero aplicado por la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) contra Estados Unidos (EU) en 1973, mismo que puso al descubierto la vulnerabilidad esencial de la potencia norteña, derivada del abrupto agotamiento de sus reservas petroleras convencionales y de la correspondiente dependencia de fuentes externas para mantener su economía civil y militar en funcionamiento. La dependencia se acentuó como resultado de la resistencia al ahorro energético y al desarrollo de fuentes alternas de energía por parte de los principales grupos de interés centrados en la industria del gas y del petróleo, así como de la automotriz, mismos que ahora hegemonizan de manera directa y explícita los instrumentos de Estado bajo la presidencia de Bush.

Al complejo escenario es necesario agregar la existencia de crecientes indicios de un probable agotamiento del petróleo convencional de los principales campos petroleros del mundo, que varios estudios indican podría empezar a registrarse en la primera década de este nuevo siglo.
Los problemas y dilemas que se presentan son de orden mayor, tanto desde la perspectiva de la ecuación política internacional y doméstica como de los aspectos geofísicos y técnico-militares presentes. Son riesgos para la paz internacional que no impresionan a los encargados del diseño de la política de fuerza que aplica Washington. Se trata de un grupo (o "junta", como los calificó recientemente Gore Vidal) que opera desde la Casa Blanca y el Defense Policy Board del Pentágono: un puñado de halcones extremistas liderados por personajes como el secretario y el subsecretario de Defensa, Donald Rumsfeld y Paul Wolfowitz, respectivamente -este último conocido en los medios europeos como el velociraptor-, así como por conspicuos representantes del sector petrolero, liderados por Bush y Cheney.

Desde hace más de un año, varios miembros de esta camarilla, incluyendo a James Woolsey, ex director de la CIA, han venido impulsando, mediante documentos internos, artículos periodísticos y programas televisivos la ampliación de las operaciones militares en Afganistán hacia Irak. Esta línea de acción, auspiciada por la "junta", privilegia los intereses cortoplacistas del alto empresariado de la industria del gas y del petróleo, incluyendo grandes empresas contratistas, Haliburton y Bechtel, entre ellas. Sus miras están centradas en el establecimiento de un nuevo régimen iraquí que les facilite el control y usufructo de los pozos petroleros actualmente en operación, con capacidad de producir 3 millones de barriles diarios y de otros campos petroleros ya identificados en Irak, que pueden generar, en un plazo relativamente corto, 5 millones de barriles adicionales. Este es el fundamento de la insistencia de la Casa Blanca, no tanto en el "desarme" de Irak, como en el regime change, término con el que se encubre una política abiertamente intervencionista que conlleva capacidades para el desmantelamiento o control estadunidense de la OPEP, de Arabia Saudita y la ambicionada dominación regional. Esta postura desproporcionada, centrada en intereses cortoplacistas, no sólo deja a un lado los factores políticos, económicos, sociales, legales y morales, sino también otros de corte militar.

Según los análisis de los estrategas del Departamento de Defensa, el "éxito" de tal operación sólo se lograría: a) tomando intactas las instalaciones petroleras requeridas; b) asegurando su control por semanas, meses o años; c) restaurando lo más rápidamente posible las instalaciones destruidas; d) operando las instalaciones a pesar de que no cuenten con el consentimiento de sus dueños legítimos, y e) garantizando las líneas marítimas y terrestres de suministros petroleros.
La "junta" tendría que desplegar decenas de miles de soldados y técnicos para mantener el control de los campos petroleros que se extienden en regiones de miles de kilómetros cuadrados, y cada uno de ellos, incluyendo un conjunto impresionante de instalaciones y unidades: pozos, estaciones de separación del gas y petróleo, plantas estabilizadoras, plantas de inyección de gas y agua, oleoductos, estaciones de bombeo, tanques, refinerías, plantas de generación e instalaciones portuarias. Se trata de complejos interdependientes en los que cualquier unidad con problemas puede afectar la operación total; consecuentemente son altamente vulnerables al sabotaje. Finalmente, los problemas y retos a la capacidad militar que se plantea por medio de esta operación son inmensos. Sola Arabia Saudita tiene más de 800 pozos conectados por más de 4 mil 800 kilómetros de oleoductos. El perímetro alrededor de sus cinco pozos principales comprende un área de 16 mil kilómetros cuadrados, es decir, un área dos veces la superficie de Connecticut.

Quienes dentro del Pentágono llaman a la cordura fundamentan su caso desde un análisis de la movilización cotidiana de fuerzas estadunidenses en el mundo para concluir que una intervención militar en el Medio Oriente, como la que contemplan Bush y la industria del gas y del petróleo, supondría enormes costos y una verdadera globalización de las vulnerabilidades de EU, ya que tanto desde el punto de vista político como militar, las unidades militares que conforman el comando europeo, incluida la sexta flota, quedarían atadas. Lo mismo ocurre con la mayoría de las unidades desplazadas en Alaska, Asia, las Américas y el Pacífico. Un estudio realizado con anterioridad advertía que "... las capacidades de defensa y de disuasión quedarían desvirtuadas a un grado impredecible si dichas fuerzas fueran movilizadas al Golfo Pérsico por periodos prolongados".

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