La Jornada.
México 17 de octubre de 2002.
El pasado 20 de septiembre se dio a conocer un documento detallando la nueva estrategia de seguridad nacional de Estados Unidos (EU). Ese mismo día, en el curso de una mesa redonda dedicada al análisis del mundo después del 11/9, convocada por La Jornada y Casa Lamm, enfaticé la necesidad de analizar la doctrina estratégica contenida en ese documento, en la que se escuda la retórica del regime change que ahora utiliza la Casa Blanca para promover y "justificar" su política de intervención y de ataque militar unilateral.
Se trata del principio, vago, arbitrario, subjetivo, de "autodefensa anticipatoria" (preventive war), aparentemente centrado, como lo ironizó hace pocas semanas Arthur Schlesinger, "en las capacidades telepáticas" de la presidencia imperial de EU para determinar lo que otra nación pueda hacer en el futuro -por ejemplo, que Irak utilizara en su contra armas de destrucción masiva- y así atacar de manera "preventiva".
Bush nos está regresando a los tiempos del sacro imperio romano, cuando prevalecía la autoridad papal en las relaciones internacionales, basada, presumiblemente, en las directrices de la divinidad. Es un "principio de legitimación imperial" que ya el sistema internacional de los estados-nación, que se consolidaban al finalizar la primera mitad del siglo XVII, le había negado al Papa.
La "autodefensa anticipatoria" conlleva una modificación nodal al tipo de sistema mundial que se sentó desde 1648 con la Paz de Westfalia, basado en el principio de soberanía absoluta de los estados, su igualdad jurídica y la no intervención. Esto es lo que se gesta después del gran conflicto multidimensional de los Habsburgo austriacos y españoles contra las sucesivas coaliciones de estados enemigos desde 1618 hasta la Paz de Westfalia, periodo conocido como la Guerra de los Treinta Años. También en 1648 se concluyó la Guerra de los Ochenta Años entre los holandeses y españoles. En ese año los líderes de los principales poderes europeos firmaron tres tratados en las ciudades westfalianas de Muster y Osnabruch. La Paz de Westfalia es considerada uno de los fundamentos del sistema internacional contemporáneo.
Uno de los efectos de esos tratados fue negar legitimidad a las vagas pretensiones de mandato imperial por parte del papado. El imperio austriaco, sucesor del sacro imperio romano, como resultado de varias innovaciones de los protocolos diplomáticos, ya no era un primus inter pares -como pretende hoy la Casa Blanca-, sino simplemente una gran potencia en pie de igualdad con Francia, Inglaterra y España. La independencia de estados más débiles y pequeños fue sancionada de igual manera, como en el caso de las provincias unidas de los Países Bajos, resultado de un acuerdo de respeto a la libertad religiosa entre mandatarios protestantes y católicos. La esencia de la Paz de Westfalia fue el reconocimiento del equilibrio religioso y político dentro del sacro imperio romano, confirmándose las limitaciones de la autoridad imperial y la centralidad de la soberanía y la igualdad jurídica de los estados -principios no siempre respetados-, que han sido el cimiento de la paz precaria que vivimos.
Aunque las intervenciones ilegales de EU contra otras naciones han sido frecuentes, siempre buscó algún tipo de justificación legal. Ahora desecha de manera explícita los principios de la soberanía y la no-intervención, fundamento constitucional, recuérdelo Tlatelolco, de la política exterior mexicana.
La "autodefensa anticipatoria" pone en entredicho el consenso alcanzado a lo largo de más de 250 años, la centralidad de la soberanía nacional, como fundamento del derecho. La "autodefensa anticipatoria" acarrea enormes riesgos, precisamente en un mundo donde prolifera el armamento de destrucción masiva, sea nuclear, biológico o químico. Como ya son poco más de 20 estados los que cuentan con uno u otro tipo de estas armas, entonces, ¿por qué Irak?
Si bien son varias las excusas planteadas por Bush para atacar ahí, el meollo del asunto se centra, entre otros objetivos, en el control de los poco más de 79 mil millones de barriles de sus yacimientos de crudo, el desmantelamiento de la OPEP, una reconfiguración del mundo árabe y un "remapeo" de la principal cuenca petrolera del mundo. Como el petróleo no es Dios, entonces queda claro que hemos ingresado al mundo de la arbitrariedad, la subjetividad y del más peligroso aventurerismo estratégico centrado en grandes intereses empresariales, que mañana se le puede contagiar a India, Paquistán, Rusia, China, Inglaterra, Africa del Sur y a otros estados nucleares. Más grave aún, la "nueva doctrina" agrega una amenazadora incertidumbre a los sistemas de disuasión nuclear al quebrantar los frágiles instrumentos e instituciones del derecho internacional (Naciones Unidas) e inyectar la anarquía a las relaciones internacionales y estratégicas. Esto ocurre en un contexto en el que están desplegados, a lo largo y ancho del planeta, sistemas balísticos intercontinentales en aire, tierra y mar, en estado de alerta.
Finalmente, cabe recordar que la Carta de Naciones Unidas es uno de los principales acuerdos vigentes de derecho internacional en el que explícitamente se establece la ilegalidad de la amenaza o uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado. Además, como lo mencionó hace poco William Pfaff, de Los Angeles Times, todo acto de guerra de "autodefensa anticipatoria... fue tratado específicamente como un crimen de guerra en los juicios de Nuremberg".
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