jueves, 17 de enero de 2019

La espesura del petróleo
L
lama mucho la atención la persistencia y el aumento del apoyo de la población al esfuerzo del nuevo gobierno por frenar y revertir la desarticulación y saqueo, desde dentro y desde fuera, al que fue sometida Pemex, algo padecido con más intensidad desde el inicio del presente siglo. Ya sea desde las codicias oligárquico-imperiales durante la racha de corruptelas neoliberales o de la criminalización de la tecnocracia, que se procedió con su desarticulación. Esa oligarquía, feliz con la condicionalidad acreedora, avaló que Pemex retomara con más frecuencia los contratos de riesgo y que privatizara la petroquímica. Mientras la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, sucursal del FMI, desataba una ofensiva fiscal que obligó a un acelerado endeudamiento.
Con miras a su privatización desatendieron el mantenimiento de su vasta infraestructura y de la ampliación necesaria. Además, por si el paquete destructivo no fuese suficiente, se rompió con su integración vertical dividiendo a Pemex en segmentos/empresitas en competencia entre sí, proliferando burocracias en puestos de dirección y subdirección. Fue una desleal regresión de la gran gesta de ingeniería e industrialización petrolera realizado desde el sexenio de Lázaro Cárdenas del Río, que ahora se retoma con miras al fortalecimiento del interés público nacional.
Retomar el timón energético del país en función de ese interés público es hoy algo distinto y mucho más urgente y complejo que antaño, si de proteger a la población y a las siguientes generaciones que poblarán México se trata. Son nuestros los hijos e hijas, nuestros nietos que ya están poblando esta querida tierra, en los tiempos en que se acelera el cambio climático, en realidad, por la ausencia de medidas vinculantes en lo internacional, vivimos en un colapso climático antropogénico, que se acelera a alta velocidad. En riesgo, advierte la ciencia, la biosfera planetaria, nosotros incluidos.
El timón energético es esencial a la cuarta transformación. En estos días la población mexicana, en su totalidad, está al tanto que nuestra economía sufre de muy alta dependencia de los combustibles fósiles en transporte y energía. Es una economía que requiere medidas de emergencia para su pronta desfosilización. Así lo aconseja el dato duro proveniente de un consenso del 97 por ciento de la comunidad científica.
Los riesgos del cambio climático, que amenazan la existencia humana, en estos días están intensificándose. Así quedó de manifiesto en la magna síntesis de unas 6 mil investigaciones presentadas a la COP 24 de la ONU. Pocas semanas después los datos derivados de las investigaciones que se realizan en la Antártida, el bloque mayor de hielo del planeta, son graves: su pérdida se ha sextuplicado desde los años 1970. Los resultados alarman a la comunidad científica y a la opinión pública. Recién publicado en la revista de la Academia Nacional de EU (PNAS), se indica que la Antártida a se ha venido derritiendo a un ritmo acelerado durante las pasadas cuatro décadas por efecto del influjo del calentamiento de las aguas del océano.
La información exige acción urgente y reflexión: “ Entre 1979 y 1989, por el derretimiento, la Antártida perdió 40 mil millones de toneladas de hielo anuales lanzadas a los océanos. Esa cifra aumentó a 252 mil millones de toneladas anuales empezando en 2009. Esto significa que la región está perdiendo seis veces más hielo que hace cuatro décadas, un ritmo sin precedentes en la era moderna de las mediciones. (Se requieren 360 mil millones de toneladas de hielo para producir un aumento de un milímetro en el nivel oceánico global.
Las medidas de urgencia que adopta el nuevo gobierno van en la dirección correcta. Entiéndase bien: los neoliberales dejaron un país hecho pedazos. Que esa brutal herencia sobre el sector energético se esté dando, es motivo para la acción inmediata, como ahora con la recuperación del timón energético en función del interés público. Sólo desde ahí es factible la transformación acelerada del patrón energético de la nación. El futuro de las generaciones actuales y futuras no debe dejarse en manos de monopolios extranjeros.Seamos empáticos con AMLO. Ahora es más fácil: el jefe del Estado debe garantizar el flujo de gasolina que alimenta unos 44 millones de motores de combustión interna (sin incluir los que consume la generación eléctrica que opera alrededor de 60 por ciento o un poco más, a base de combustibles fósiles.) De haber sido autosuficientes en la materia, ahora los neoliberales nos dejan una dependencia de 80 por ciento. Otro gran desastre. Se necesita una refinería, porque por más de 30 años los gobiernos obedecieron al Tío Sam que decía America del Norte ya cuenta con suficientes refinerías. Una refinería no basta, pero la situación puede arreglarse. Es desde esa base, sin que un desabasto ahogue a la nación, que se procede al combate al colapso climático. Empezando por energía y transporte.
Facebook: JohnSaxeF

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