Aunque los estilos contrastan, con la primera visita de Barack Obama a México sucede algo semejante a como Bush inició su gobierno: ambos hicieron aquí proclamas de gran impacto militar y geoestratégico, pero la magnitud del mensaje pasó casi desapercibida. En 2001 Bush usó el lenguaje de los hechos militares y desde nuestro territorio ordenó un ataque aéreo contra Irak: un anticipo del encadenamiento de operativos que desembocarían en la agresión a Afganistán y la petroguerra, genocidio y ocupación de Irak.
Fue un evento macroliminal
, es decir, un estímulo tan grande, que muchos no lo captaron. También pasó con la visita relámpago de Obama al Distrito Federal, en ruta a la cumbre de Trinidad y Tobago. La escala fue percibida como un acto sin consecuencia
por el estilo del mandatario, quien siguió la tradición de Teddy Roosevelt del speak softly, but carry a big stick (habla suave, pero lleva un gran garrote). Al revés de Bush, Obama fue tan tenue en sus dichos, tan subliminal
, que la dimensión sustantiva del recado
a México, Latinoamérica, el Caribe y el mundo permaneció envuelto en el velo de sonrisas, juventud, buenos deseos y carisma, que también llevó a Puerto España.
De paso en México, casi como por casualidad, ratificó a los medios lo que anunció como candidato: que con la Iniciativa Mérida su gobierno apoyaba a Calderón contra el narcotráfico y crimen organizado. Por ser la iniciativa
calca del Plan Colombia, un represivo y corrupto esquema de invasión y ocupación con fuerza militar, paramilitar y mercenaria en curso en ese país, lo dicho por Obama merece traducción: permanecerá la primacía de los dispositivos castrenses y de seguridad (Pentágono –DdD-, CIA, DEA, etcétera) en la proyección de poder estadunidense al sur del Bravo y en aquellas regiones del mundo que, por sus recursos naturales se consideran de interés vital
para Estados Unidos, sus contratistas y grandes firmas. El embajador Carlos Pascual es parte de eso
.
Esta postura privilegia acciones y diseños que comportan enormes erogaciones militares para la estabilización y reconstrucción
, es decir, para operativos de invasión y ocupación
por los recursos. Inmune al gran déficit fiscal y la megacrisis económica, en 2010 el DdD gastará 534 mil millones de dólares (mmdd), un aumento de 4 por ciento, más 130 mmdd en Irak y Afganistán. C. Drew y E. Bumiller desde el International Herald Tribune (6, 4/09) sintetizan en qué consiste el nuevo diseño
elaborado por el secretario de Defensa, Robert Gates: se rebajan gastos para conflictos convencionales con Rusia y China junto con reducciones o eliminaciones de fondos para sistemas de armamento avanzado (balísticos, aéreo-espaciales, etcétera) y se aumentan las partidas para más efectivos al Ejército y cuerpo de marinos, manteniendo al personal que iba a ser removido en la fuerza aérea y la marina, así como mayor apoyo al espionaje, vigilancia y aviones no tripulados (Predator, Reaper y Drones), como los propuestos para México por el almirante Müllen, jefe del Estado Mayor y que Obama, el Comander-in-Chief, en violación del derecho internacional, lanza hoy sobre Afganistán, Pakistán e Irak con decenas de bajas civiles, pánico y huida de miles de ellos. Como se asignan más fondos a las fuerzas especiales
y la guía
de ejércitos extranjeros, Michael T. Klare (The Nation, 4 mayo de 2009) ve símiles con las funestas invasiones, operaciones encubiertas y contrainsurgencia de Kennedy.
Finalmente, Gates compra más naves de guerra para litorales que usaría la Cuarta Flota en ríos navegables y cuencas como el Amazonas, Orinoco, etcétera, y pospone la reducción de la marina de aguas profundas hasta 2040, a fin de mantener presencia en las líneas de comunicación marítima donde transitan mercancías, combustibles, entre otras materias primas vitales, desde y hacia Oriente Medio, Japón, Rusia, China, India, África, América Latina y Europa.
Con Obama, estilo y carisma importan. Pero mucho más la sustancia.
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