La Jornada.
México 14 de abril de 2005.
"Una pequeña pero poderosa oligarquía se había formado alrededor del presidente, quien les había otorgado el derecho de enriquecerse. Este pequeño grupo poseía toda la riqueza del país; sus miembros daban preferencia a sus amigos en la distribución de la prosperidad. Cliques surgidas a la sombra de los bancos... monopolizaban todas las ganancias y hacían que el progreso social fuera otra leyenda nada más. Ciegos ante los problemas de su país, esas gentes sólo se preocupaban de sus propias ganancias." Esta bien lograda síntesis, cuyos componentes centrales pueden detectarse en el planteamiento histórico-político de Andrés Manuel López Obrador ante la Cámara de Diputados para desentrañar las realidades de poder y el tema de fondo de la iniciativa de desafuero en su contra, si bien calza al milímetro con la situación actual, fue hecha en 1944 por Leopoldo Zea (El positivismo en México, FCE) para describir la corrupción y la autocracia del régimen de Porfirio Díaz. Los paralelismos son asombrosos e inquietantes, en particular los expuestos por AMLO en torno al carácter faccioso y el uso "selectivo" del aparato de justicia, que se consumó en el asedio judicial contra Madero (una de las principales chispas de la conflagración humana de entonces: un ciclo de guerras civiles y un millón 200 mil bajas) y el que actualmente realiza Vicente Fox en su contra bajo instigación de las fuerzas más retrógradas de la extrema derecha y del salinato.
El término de "neoporfiriato" para calificar la situación de hoy es a todas luces atendible. Teniendo presentes las semejanzas y diferencias entre los dos periodos, permite percibir, desde una perspectiva comparativa anclada en la historia, las tendencias estructurales y eventos que han cimbrado al México de finales del siglo XX y principios del actual, con la aplicación de un programa económico que socavó las bases sociales y políticas del establishment, gestando una "perturbación interna" que se expresa en asesinatos de alto nivel, descomposición de la estructura corporativa, debilitamiento del apoyo al régimen por parte de indígenas, trabajadores, campesinos y de una empobrecida clase media, con el Fobaproa-IPAB como la punta del témpano de una corrupción que se generalizó, que deslegitimó al aparato priísta y que está en la base del éxito electoral del PAN en los pasados comicios presidenciales.
La victoria de Fox en 2000 dio la sensación de que se había logrado la "alternancia sin alternativa", es decir, el "gobierno del cambio" político junto a la continuidad del regresivo programa económico-social. Pero no fue así: el "neoporfiriato" salió del clóset en lo político y se mantuvo incólume el esquema antinacional diseñado por el Banco Mundial-FMI y desatado contra la población por la plutocracia local por conducto del PRI durante los sexenios de De la Madrid, Salinas y Zedillo, que finalmente rompió el pacto del nacionalismo revolucionario. "El pacto del nacionalismo revolucionario -escribió mi amigo Sergio de la Peña antes de morir- fue roto y despojado de contenido por las políticas neoliberales desde mediados de los 80, al cancelar compromisos y formas de solución de agravios que regularon la vida nacional por décadas, sin crear nada que lo sustituyese ni darle vida plena al sistema legal. Pero persisten rasgos del pacto anterior, como la concentración del poder, los abusos impunes, el arreglo personal más que institucional, la intermediación ideológica y la manipulación social... el relajamiento del viejo orden abrió paso a las luchas abiertas entre fracciones de la clase dominante."
El término de "neoporfiriato" para calificar la situación de hoy es a todas luces atendible. Teniendo presentes las semejanzas y diferencias entre los dos periodos, permite percibir, desde una perspectiva comparativa anclada en la historia, las tendencias estructurales y eventos que han cimbrado al México de finales del siglo XX y principios del actual, con la aplicación de un programa económico que socavó las bases sociales y políticas del establishment, gestando una "perturbación interna" que se expresa en asesinatos de alto nivel, descomposición de la estructura corporativa, debilitamiento del apoyo al régimen por parte de indígenas, trabajadores, campesinos y de una empobrecida clase media, con el Fobaproa-IPAB como la punta del témpano de una corrupción que se generalizó, que deslegitimó al aparato priísta y que está en la base del éxito electoral del PAN en los pasados comicios presidenciales.
La victoria de Fox en 2000 dio la sensación de que se había logrado la "alternancia sin alternativa", es decir, el "gobierno del cambio" político junto a la continuidad del regresivo programa económico-social. Pero no fue así: el "neoporfiriato" salió del clóset en lo político y se mantuvo incólume el esquema antinacional diseñado por el Banco Mundial-FMI y desatado contra la población por la plutocracia local por conducto del PRI durante los sexenios de De la Madrid, Salinas y Zedillo, que finalmente rompió el pacto del nacionalismo revolucionario. "El pacto del nacionalismo revolucionario -escribió mi amigo Sergio de la Peña antes de morir- fue roto y despojado de contenido por las políticas neoliberales desde mediados de los 80, al cancelar compromisos y formas de solución de agravios que regularon la vida nacional por décadas, sin crear nada que lo sustituyese ni darle vida plena al sistema legal. Pero persisten rasgos del pacto anterior, como la concentración del poder, los abusos impunes, el arreglo personal más que institucional, la intermediación ideológica y la manipulación social... el relajamiento del viejo orden abrió paso a las luchas abiertas entre fracciones de la clase dominante."
El arribo de Fox y el empoderamiento de la extrema derecha en el PAN intensificaron la condición "neoporfirista" del régimen: al debilitamiento de los fundamentos socio-económicos de la estabilidad, se agregó de manera desenfrenada: a) un implacable -y riesgoso- debilitamiento de la legitimidad, b) la persistencia en la incapacidad para la búsqueda de consensos, destruyendo de paso c) cualquier mecanismo de intermediación que pudiera existir. Eso lo vivimos la semana pasada, con indignación nacional y bochorno por el espectáculo, triste y bufo, pero temerario, ofrecido urbe et orbi por los diputados del PRI y PAN empeñados en inhabilitar políticamente a López Obrador. El infame intento de usurpar los derechos de una mayoría ciudadana de cara a 2006 (ese sueño de Bush y Fox, de un duopolio PRI-PAN que excluya "democráticamente" todo proyecto nacional y alternativo) deslegitimó el proceso comicial. Más grave: con un Ejecutivo faccioso, la nación entró en campo minado en lo policial-militar.
El llamado a la cautela y a la "resistencia cívica y pacífica" de AMLO es de importancia vital y contrasta con la ampliación foxista de la "neutralidad malevolente del Estado" de lo económico-social a lo judicial y a la dinámica político-electoral, debilitando una salida no-violenta de la crisis, invitando a la anarquía y el fratricidio al lesionar, quizá mortalmente, los fundamentos de la estabilidad y de la paz social.
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