La Jornada.
México 3 de marzo de 2005.
El encargado de la Agencia Internacional de Energía Atómica de la ONU (AIEA) acaba de advertir a Irán que sus programas de energía nuclear "sufren un déficit de confianza", porque podrían servir para producir armas. El "regaño" (NYT, 1/3/05) ocurre en medio de intimidantes declaraciones de Bush y Rice contra Teherán y a pocas semanas de las revelaciones de Seymour Hersh: una unidad de fuerzas especiales desplegadas por Rumsfeld realizaba desde hace meses inspecciones secretas in situ, como paso previo de futuros ataques aéreos contra Irán (New Yorker, 24/I/05).
Hersh muestra evidencia sólida de la consolidación del control que los neocon, localizados en la Casa Blanca y el Pentágono, van logrando sobre los análisis estratégicos y las operaciones encubiertas del aparato militar y de inteligencia. Es un acontecimiento sin precedentes desde que Truman estableció el estado de "seguridad nacional" en 1947. Con la relección de Bush se generalizó la convicción en los altos círculos de su gobierno del apoyo popular a la agresión contra Irak y de que -en palabras de una fuente de inteligencia de alto nivel citada por Hersh- "esta es una guerra contra el terrorismo e Irak es sólo una campaña. El gobierno de Bush concibe (a Medio Oriente) como una gran zona de guerra. Lo que sigue es la campaña iraní... tenemos cuatro años y al final de ellos queremos decir que ganamos la guerra contra el terrorismo".Un escenario bélico ante el que, según dijo a la prensa el presidente iraní Mohamed Jatami, "ya nos hemos preparado".
El pronunciamiento del jefe de la AIEA también coincidió con la formalización de acuerdos de Irán con Rusia y China. Con Moscú se trata de un instrumento de apoyo técnico en materia de energía nuclear, por lo que Alexander Rumyantsev, cabeza del programa de energía nuclear de Moscú, aclaró inmediatamente que "este acuerdo fortalece la seguridad internacional encaminada a evitar la proliferación de materiales nucleares". Mientras el gobierno de Bush rehúsa endosar formalmente los instrumentos internacionales dirigidos al control de esa proliferación, atiza la carrera armamentista asignando cuantiosos recursos al Pentágono para la "modernización" de las armas nucleares y de cohetería balística y su "guerra contra el terrorismo", en la "madre patria" mantiene una "extraña laxitud" en la inspección de los contenedores que entran a Estados Unidos vía marítima. Cabe preguntar a la AIEA dónde radica el "déficit de confianza" en esta materia.
Como ocurre en Irak, la campaña de Bush en Irán se dirige esencialmente al control de sus vastos recursos petroleros y de gas mediante acciones militares y de contrainteligencia (manipulando desempleo, carestía, etcétera) encaminadas a inducir un "cambio de régimen" en Teherán y al desplazamiento de las empresas extranjeras. Entre ellas, las europeas Total, ENI y Royal Dutch-Shell que continúan operando ahí, a pesar de las "sanciones" de Estados Unidos a cualquier empresa "extranjera" que invierta más de 20 millones de dólares en el petróleo iraní. También las hay rusas y ahora prominentemente chinas en petróleo y gas, en minería, electrónica, automovilística y construcción, entre otros rubros.
El programa de "cambio de régimen" en Irán es recibido en Washington con alarma y escepticismo. Según Ellen Laipson, directora del Centro Stimpson de Washington DC, dedicado al estudio de asuntos nucleares, muchos se preguntan cómo lo van a lograr si "no tenemos las tropas ni tampoco tenemos el dinero" (Fortune, 21/II/05, p. 56).
Los iraníes y chinos han hecho convenios en torno a unos 17 mil millones de barriles de la reserva, por lo que se estima en 100 mil millones de dólares el valor de las operaciones de la nación asiática, especialmente en el campo petrolero Yadavaran y en el mayor campo de gas del planeta: South Pars, que colinda con Irak y que comparte con Qatar. La relación comercial que contemplan China e Irán es considerable y, junto con los convenios entre la National Iranian Oil Co y Sinopec, conlleva un realineamiento político mayor. El comercio entre sus economías se quintuplicó en cinco años. Más de 40 empresas chinas, incluyendo a Hauwei, la empresa gigante de telecomunicaciones, y Norh Industries Corp (Norinco), encargada de la construcción de las primeras dos líneas del Metro de Teherán, que ya operan ahí.
Empresas chinas construyen una represa al norte de Teherán, una carretera al Mar Caspio, y otras se posicionan para el contrato de un oleoducto también al Caspio. Esto preocupa a Bush y a las petroleras estadunidenses. En enero, justo cuando se publicó el artículo de Hersh, Bush impuso "sanciones" a ocho empresas chinas, incluyendo Norinco, con el pretexto de que estaban exportando metales de alta tecnología "que podrían ser usados para la construcción de cohetes capaces de atacar a Israel" (ibid 55,55). El mundo cambia. Como expresaron representantes de Pekín, "China tiene el mayor mercado y no cuenta con fuentes seguras de energía. ¿Por qué debemos pedir permiso a Estados Unidos para hacer negocios aquí?"
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