La Jornada.
México 17 de marzo de 2005.
Después de haber considerado de manera cuidadosa este asunto, hemos decidido que Canadá no participará en el sistema de defensa balístico de Estados Unidos''. Con estas palabras, dirigidas al Parlamento, Pierre Pettigrew, ministro de Relaciones Exteriores, oficializó lo que es una importante ''reserva '' de su gobierno ante ese diseño ''antibalístico''. Es una decisión importante en el contexto del rechazo del gobierno del primer ministro Paul Martin a la guerra contra Irak, y de la historia de medio siglo de estrecha colaboración con Estados Unidos en materia estratégica.
Al día siguiente, Martin aclaró que esta decisión, ''de ninguna manera va a afectar las relaciones entre vecinos'', (The Globe and Mail, 24-02-05). El primer ministro precisó que ''el interés de Canadá se concentraría en el fortalecimiento de su aparato militar'' y que los aumentos de su presupuesto ''son un indicador tangible de que Canadá tiene toda la intención de compartir plenamente su responsabilidad''.
La reacción del gobierno de Bush fue ruda: su embajador increpó a la cancillería de Ottawa y según fuentes anónimas, por 10-15 minutos, Condy Rice ''amonestó'' a Pettigrew durante un receso en una reunión sobre Palestina. De acuerdo con Anne Gearan (Chicago Sun Times, 2-03-05) Rice señaló que ''los canadienses la habían decepcionado'', mientras un vocero oficial, que pidió el anonimato, informó que, hasta nuevo aviso se había cancelado un viaje de Rice a Canadá, ''porque la administración Bush está disgustada sobre la decisión de Ottawa de no participar en la defensa balística''.
Según Noticias CanWest, en 2003 la Casa Blanca ''advirtió'' que una decisión contraria al sistema antibalístico significaría que Estados Unidos ''no podría proteger a ese país en la eventualidad de un ataque con cohetes'', aunque en honor a la verdad ese país no podría protegerse ni a sí mismo, pues la comunidad científica cuestiona seriamente las capacidades de defensa reales del muy costoso sistema en el que participa una treintena de grandes firmas del complejo bélico-industrial.
Scout McClellan, vocero de Bush, dio a conocer que se continuará la cooperación en otras áreas de defensa y agregó significativamente que ''es probable que este asunto de la defensa de misiles sea planteado en la reunión que realizarán Bush, Martin y el presidente mexicano Vicente Fox'' en Crawford, Texas, el 23 de marzo. Aparentemente Bush y Rice esperan el apoyo de Fox en materia antibalística.
La ''reticencia'' de Martin está relacionada con varios hechos. Uno de ellos sería el papel pasivo que se asigna a Canadá en el proceso de toma de decisiones ''antibalísticas''. Ya Martin había dicho que ''si un cohete cruza el espacio aéreo canadiense, lo quiero saber y deseo estar en la mesa'' de decisión.
Por otra parte, la anuencia de Fox con Bush y Rice en esta materia sería muy grave porque implícitamente colocaría a México como aval de la peligrosa ''beligerancia militar'' de la Casa Blanca ya que el diseño ''antibalístico'':
a) acentúa todavía más los graves riesgos de seguridad de la fusión de la infraestructura energética mexicana con la estadunidense, promovida por Fox, colocando el territorio nacional como blanco en cualquier contingencia bélica, desde el nivel de ataques terroristas, hasta el de orden estratégico y además -y estos podrían ser otros elementos que explican la ''reserva'' de Martin- b) respaldaría la peligrosa desestabilización estratégica inherente a los sistemas antibalísticos, incluyendo la abrogación del Tratado Antibalístico (ABM) de 1972, uno de los fundamentos de la arquitectura estratégica que ayudó a evitar una conflagración durante la guerra fría y c) sería como suscribir la ofensiva presupuestal para la modernización y proliferación de armas de destrucción masiva impulsada por Bush -en Estados Unidos- y sus inusitados ''planes de contingencia'' que incluyen la amenaza nuclear como parte de la diplomacia de fuerza y de la ''guerra preventiva''.
William Arkin, corresponsal militar de Los Angeles Times, indica que desde principios de 2002 Bush había solicitado al Departamento de Defensa ''la elaboración de planes de contingencia para el uso de armamento nuclear'' contra Rusia, China, Irak, Irán, Corea del Norte, Libia, Siria, o ''en caso de crisis como el conflicto árabe-israelí''. Según Arkin, se respondería con armas nucleares de ocurrir ataques químicos o biológicos o de ''acontecimientos militares inesperados de naturaleza no especificada''.
Como estos planes de guerra revierten la política de dos décadas de considerar lo nuclear como ''armamento de última instancia'' y como el escudo antibalístico es parte y parcela del esquema general de chantaje nuclear que está utilizando la Casa Blanca, la aquiescencia de Fox al ''escudo'', además de conllevar uno de los más abruptos giros de la seguridad nacional y de la política exterior de México, nos estaría involucrando como cómplices de la trágica guerra preventiva y de la desestabilización de la ecuación estratégica global, de funestas consecuencias para México, la paz mundial y la humanidad.