La Jornada.
México 13 de mayo de 2004.
Tal como expresó durante el proceso que finalmente desembocó en la firma de México del Tratado de Libre Comercio con América del Norte (TLCAN), el entonces embajador de Estados Unidos en nuestro país, John D. Negroponte, la "desnacionalización" del proceso de decisiones en materia económica pronto se concretaría en el "sometimiento" de México en dos dimensiones cruciales: seguridad y política exterior.
El TLCAN -estatuto de subordinación sólo comparable con la enmienda Platt- era para Negroponte "la piedra angular que induciría la adopción de los principios estadunidenses en la política exterior y de seguridad". En la justificación del entreguismo económico y de esta profunda traición al proyecto nacional, formalizado en la Carta Magna, ciertamente la retórica del "globalismo pop" ha jugado un papel central.
La tónica antimexicana que hemos padecido desde principios de los 80, que hoy llega a un clímax bochornoso con el radical giro en política exterior, fue expuesta por la comisionada del Instituto Nacional de Migración de la Secretaría de Gobernación, Magdalena Carral Cuevas, cuando exhortó a diputados y senadores a aceptar las medidas de "seguridad" impuestas por agentes estadunidenses en los aeropuertos mexicanos, conminándolos a dejar atrás "viejas posiciones nacionalistas" e "insertarse en la globalización". Anunció que "... el nacionalismo ya se acabó" y nos informó que "... el concepto de soberanía ya no es el mismo de antes y vivimos en un mundo globalizado: ajustémonos a la realidad. Hay que sobrepasar esas barreras, hoy todo es en pro de la globalización... los conceptos están cambiando. El de soberanía ya cambió".
Este dislate, en momentos en que se registra la mayor exacerbación chovinista-imperialista, ha sido la tónica dominante que, aplicada al petróleo y la electricidad, concitó admiración al presidente Fox, como la del diputado californiano, quien ante la política energética en vigor exclamó: "Fox es el enviado por la Providencia para materializar nuestro Destino Manifiesto". Ahora eso se aplica a la política exterior, pero el extremismo y la brutalidad del régimen de George W. Bush asusta y cualquier cesión en la materia conlleva serios peligros a la seguridad de nuestra población y territorio, así como enormes costos electorales, lo que explica, en parte, que ahora Fox trate de deslindarse de las operaciones intervencionistas contra Cuba anunciadas por Bush, encaminadas -así se publicitó- a derrocar al gobierno de la Revolución, es decir, a gestar un "cambio de régimen".
Dadas las características de la camarilla que domina las decisiones de la oficina oval, que constatan dolorosamente las masacres y crímenes perpetrados contra la población afgana e iraquí y el intervencionismo contra Venezuela, la actuación del gobierno de Fox es de una torpeza inaceptable tanto por su impacto doméstico como para la seguridad internacional y regional.
Mientras la cancillería mexicana no restablezca el status quo en la relación con Cuba y rechace el creciente intervencionismo estadunidense, de manera explícita y ante los foros internacionales disponibles (el Consejo de Seguridad de la ONU y OEA, cuyas "cartas" han sido hechas añicos por Bush), el mencionado "deslinde" es más un manejo cosmético para consumo interno que una rectificación de fondo y se realiza en medio de una aglomeración de decisiones abruptas e incompetentes en materia de política exterior y de seguridad, que durante las pasadas dos semanas llevaron las relaciones con Cuba a un punto histórico de deterioro y han concitado simultáneamente el aplauso de Colin Powell y el rechazo de la opinión pública.
El intervencionismo del texano contra Cuba, con claro tinte electoral, está totalmente reñido con el derecho internacional, incluyendo importantes tratados interamericanos firmados por México. La declaración conjunta con España es un paso en la dirección correcta. Pero sin las medidas antes mencionadas, México ha sido colocado en posición precaria, precisamente en momentos en que Bush aplica esta misma semana mayor acoso contra la isla. Los voceros del estadunidense amenazan indicando que junto con las restricciones a la libertad de desplazamiento y al intento de ahogo económico se realizarían operativos clandestinos, un agregado infame a los muchos que se han registrado a lo largo de 45 años, que incluyeron brutales ataques bioterroristas contra la población y la agricultura cubana. Por su extremismo, los operativos diplomilitares de Bush han merecido el rechazo general, inclusive de importantes sectores del exilio cubano. La guerra preventiva, planteada en la estrategia de seguridad bushista para justificar sus embestidas militares, representa el mayor crimen de guerra contemplado en la normatividad que surge de los juicios de Nuremberg. Por ello, el daño hecho por el gobierno de Fox a los principios de la política exterior mexicana, elaborados desde el fin del porfiriato y consagrados en el texto constitucional vigente, es de orden mayor y exigimos su reparación.
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