La Jornada.
México 4 de marzo de 2004.
Durante la clausura del sexto Encuentro de Economistas Latinoamericanos que se acaba de celebrar en la Habana, Fidel Castro presentó un impresionante recuento de los informes de las agencias noticiosas que daban fe de las discusiones del equipo de "seguridad nacional" de Bush, sobre varios esquemas que impulsa la Casa Blanca como parte central de su campaña contra la Revolución Cubana: unos en torno a los medios idóneos para asesinarlo o "acelerar el deterioro de su condición física", y otros, sobre los operativos sicológicos, económicos y militares adecuados para gestar un regime change. Castro describió estas maquinaciones ante mil 400 atónitos profesionales provenientes de 43 países, incluyendo a dos premios Nobel en economía y representantes de 14 organismos internacionales, entre los que se encontraban varios del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.
El recrudecimiento de la campaña contra Cuba tiene fuertes tintes electorales, lo que podría sugerir su naturaleza coyuntural y efímera. Algunos plantean que el empantanamiento de Bush en Irak, haría poco factible una aventura contra Cuba, pero la intensidad de los operativos que despliegan la CIA y el Pentágono en Guantánamo y ahora en Haití indica que tal propuesta es apresurada primero, porque desestima el orden de magnitud de lo que ocurre: estamos frente a un equipo "delincuencial" que no ha dudado en usar el terror de Estado en el orbe, ni en relanzar el programa de asesinatos políticos en el exterior, ni ha vacilado en violar abiertamente el derecho internacional, ni en engañar a la opinión pública y al Congreso de su país ejecutando operaciones encubiertas para justificar una genocida "guerra de autodefensa anticipatoria" contra Irak, con el falso argumento de las armas de destrucción masiva. Como a la camarilla hitleriana que asoló al mundo hace más de medio siglo, a los que operan desde la Oficina Oval no les ha temblado la mano para realizar operativos que ya han costado más de 10 mil víctimas civiles inocentes y cerca de 4 mil soldados iraquíes muertos, más de quinientas bajas estadunidenses y miles de heridos de ambos lados.
Gente de antecedentes penal-constitucionales tan cuestionables como Roger Noriega y Otto Reich, este último el principal responsable de América Latina en el Departamento de Estado, desde hace meses han venido reiterando la infundada acusación de que Cuba está tratando de dotarse de armas biológicas. Ante la Fundación Heritage, Reich afirmaba que la isla "tiene al menos un programa limitado de investigación y desarrollo de armas biológicas ofensivas y nosotros basamos esto en informaciones que poseemos... por lo cual representa una amenaza para la seguridad nacional estadunidense". Luego agregó, sin rubor, que "Cuba es un país que patrocina el terror".
Reich ha sido incapaz de ofrecer las evidencias al respecto exigidas por el Subcomité de Asuntos del Hemisferio Occidental del Senado cuyo presidente, el senador Christopher Dodd, advirtió al gobierno de Bush "evitar la tentación de jugar a la política con argumentos que no están justificados, sobre todo porque no se presentan las pruebas". Pero Reich, inspirado en las mismas fuentes y ardides del aparato de inteligencia que llevaron a Tony Blair a afirmar que Irak podía desplegar armas de destrucción masiva "en 45 minutos", afirma, con la misma cara dura del pelele inglés, que Cuba posee un programa de desarrollo de armas biológicas que "es muy fácil de transformar, y en una hora se pueden desarrollar agentes químicos y biológicos para buenos propósitos (fabricación de medicamentos por ejemplo), y que también rápidamente pueden convertirse en armas".
En los últimos meses Bush ha intensificado el asedio mediático, las operaciones de guerra sicológica -a las que se han plegado "intelectuales" y escritores de oportunidad-, mientras recrudece el acoso económico a todo nivel aplicando medidas tan extravagantes y absurdas como prohibiciones para que las revistas científicas de Estados Unidos eviten publicar artículos de investigadores de Cuba. Las repercusiones de este tipo de agresiones generan el rechazo por doquier ya que los afectados se multiplican. Arturo Barba ha demostrado cómo ello nos afecta en México. Por ejemplo, la revista Journal of Agricultural and Food Chemistry impidió la difusión de un estudio dirigido por Feliciano Sánchez, del IPN, porque es parte de un programa de investigación que cuenta con colaboraciones cubanas.
Como en la Alemania nazi, la camarilla beneficiada por el 11-09 atenta contra las libertades de investigación y el espíritu universal de la información científica. En la UNAM, más de 20 especialistas desarrollan investigaciones que cuentan con colaboradores internacionales, incluyendo expertos cubanos en varios campos de la ciencia. Para René Drucker, coordinador de la investigación científica de la UNAM, "se trata de una medida absurda de corte fascista; están enloquecidos los gringos". Es una observación de hondas raíces históricas.
Paul Sweezy, in memoriam
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