La Jornada.
México 18 de septiembre de 2003.
Resulta de lo más conveniente en momentos en que se avecina otra ofensiva para la constitucionalización del despojo a la nación del vital y estratégico sector eléctrico y petrolero, revisar los mecanismos utilizados por el Banco Mundial (BM) y sus agentes y aliados domésticos, en lo que desde estas páginas he calificado de maximato imperial.
En efecto, el maximato del BM, es decir, su creciente y persistente dominio sobre el proceso de toma de decisiones, se ha expresado, desde mediados de los ochenta, en una importante reorientación de la política económica, alejándola de manera sistemática de cualquier esfuerzo por impulsar y proteger al aparato productivo nacional de cara a la competencia desleal del exterior, fundamentalmente de Estados Unidos.
Pequeñas y medianas empresas, campesinos y agricultores observaron desalentados y alarmados cómo la tecnocracia neoliberal, de manera paulatina pero tenaz, actuaba como verdadero caballo de Troya, ya que no sólo los dejaba inermes ante grandes empresas extranjeras fuertemente subsidiadas y les negaba apoyos crediticios, asistencia técnica o mecanismos de control de precios, sino que de plano aplicaba programas como los de aperturismo comercial unilateral, en los que de manera dinámica (proactive) se les agredía, siempre en beneficio de sus contrapartes extranjeras. Esto se observa en rubros que van desde la industria acerera, la de construcción naval y de máquinas herramientas, hasta la agricultura y los servicios.
Un caso típico lo ofrece la apertura comercial -uno de los fundamentos del esquema neoliberal- con profundos impactos económico-sociales e internacionales. El BM impulsó el aperturismo a ultranza mediante dos grandes préstamos de 500 millones de dólares cada uno, dirigidos precisamente a impactar la correlación de fuerzas, dentro y fuera del gobierno delamadridista, en favor de los "reformadores". Por medio de esos jugosos préstamos de comercio exterior -Trade Policy Loans, TPL1 (Préstamo 2745 ME) y TPL2 (2882-ME)- se apoyó el proceso de "integración asimétrica" con Estados Unidos, pues al aceptar los préstamos se obligan a cumplir los lineamientos macroeconómicos establecidos en las cartas de intención del FMI. Con esto Estados Unidos logró una creciente liberalización del comercio, caracterizada por la ausencia de reciprocidad.
En medio de la retórica y una vasta campaña ideológica que asume que ante las fuerzas del mercado el Estado es cada vez más irrelevante y de plano "va de salida", es sumamente importante tener presente que, al contrario, la acción del Estado (metropolitano y periférico) es esencial en este proceso que ahora la moda llama "globalización". Desde las secretarías de Estado mexicanas, involucradas en el diseño y aplicación de la política económica, se impulsó un programa que atacaba el corazón mismo del aparato productivo nacional.
Como he indicado en otra oportunidad, ya en 1989 la oficina del presidente del BM notaba que los resultados de los mencionados préstamos "...son prometedores... las barreras a las importaciones ya se han reducido de manera pronunciada en los principales insumos agrícolas como las maquinarias, los pesticidas y otros productos de alta tecnología". Por medio de estos préstamos se establecieron los fundamentos de una política que eventualmente desembocaría en el TLCAN y fueron altamente persuasivos para ajustar la política comercial a las necesidades y agenda de Estados Unidos y sus empresas, especialmente aquellas dedicadas a la producción de granos, beneficiarias de altos subsidios y protecciones.
En México el BM montó, en medio del entusiasmo de una tecnocracia santanista, un programa de drásticas reducciones arancelarias. En 1988 se suprimieron 4 mil 900 fracciones arancelarias y se eliminaron las licencias de exportación. La apertura comercial se realizó en medio de lo que James Petras caracteriza como "convergencia subordinada", aceitada al calor de estos préstamos. Según el presidente del BM, "...el gobierno mexicano cumplió sus obligaciones y compromisos según las operaciones estipuladas en ambos préstamos. Liberalizó más de tres cuartas partes de su producción interna y de las licencias. Menos de la cuarta parte se mantiene bajo control, en algunos productos agrícolas y alimentarios, en petróleo y sus derivados, automóviles, ciertos productos electrónicos, farmacéuticos y otros". Luego agrega: "...el préstamo para la política comercial fue un quiebre de gran envergadura. Por medio de aquél, el BM logró financiar la introducción del proceso de reforma comercial. El segundo préstamo se orienta a mantener el ímpetu aperturista dentro de los parámetros establecidos por el primero y tiene una serie de metas que el gobierno mexicano debe cumplir, de otra forma no se liberalizarían los fondos de la segunda fase del mismo."
Hoy el maximato aspira a inducir otro "quiebre de gran envergadura" en materia energética, por medio de un paquete de préstamos destinados a impactar la correlación de fuerzas legislativas en favor del cabildo santanista.