jueves, 24 de julio de 2003

Bush y el entorno político-constitucional

John Saxe-Fernández
La Jornada.
México 24 de julio de 2003.

El equipo de ultraderecha que hoy maneja a la "presidencia imperial" muestra creciente incapacidad para enfrentar los graves y complejos embrollos político-constitucionales que afligen a Bush. Dichos problemas se derivan de las mentiras, ocultamientos y distorsiones, usados en contubernio con Blair, para justificar una guerra de "autodefensa preventiva", violatoria del derecho internacional, que desde los juicios de Nuremberg ingresó en la categoría de "crimen de guerra". Tan grave esto como el que además Bush y su equipo repriman y desactiven de manera sistemática todo intento por establecer una comisión independiente que indague el extraño comportamiento de su gobierno en materia de seguridad interna, antes de los ataques a las Torres Gemelas.

Tanto en la actuación de la cúpula encargada de la Fiscalía General y de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI), como del Departamento de Defensa y de Condoleezza Rice, asesora de seguridad nacional de Bush, se desplegaron acciones inexplicables que virtualmente colapsaron los mecanismos antiterroristas puestos en marcha durante el gobierno de Clinton.

Cuando se informó al público sobre la existencia de documentos elaborados por funcionarios de rango medio de la FBI, en los que se advertía que varios sospechosos de actos terroristas habían ingresado a una escuela de aviación y que "mostraban gran interés en el despegue y dirección de las naves y no tanto en aterrizarlas", Rice, Rumsfeld y el mismo Bush aclararon que esos informes no habían llegado a la dirigencia política y de inteligencia y que además nadie en la Casa Blanca podía haber imaginado y contemplado un escenario terrorista como el que se vivió el 11-9. Pero luego empezaron a aparecer testimonios y documentos que indicaban que meses antes de esa embestida terrorista se habían presentado notificaciones a Bush y a la alta jerarquía sobre el posible uso de aviones de pasajeros como misiles dirigidos contra blancos como la Casa Blanca y el Pentágono. Un documento con esta precisa advertencia fue presentado el 6 de agosto en el briefing de seguridad nacional, que la dirección de la CIA entrega a Bush diariamente. Aún más, según James Cockcroft, el gobierno de Bush "no sólo apoya actos terroristas, sino que los planifica". Un documento clasificado del Defense Science Board, que fue preparado para Rumsfeld y divulgado a la prensa en octubre de 2002, revela un plan para usar un Proactive, Preemptive Operations Group (P2OG) con el objetivo de llevar a cabo "misiones violentas y secretas, con la meta de estimular reacciones entre grupos terroristas que provoquen ataques contra gente inocente, y así crear otro pretexto para otra guerra o cualquier acto de defensa de la seguridad nacional" (Memoria, julio de 2003).

Ahora, arrinconado por la prensa y los demócratas ante los descubrimientos referentes a la manipulación que hizo la Casa Blanca de los informes de inteligencia en los que escudó su brutal agresión militar a Irak, y que usó para emboscar a la opinión pública de su país y del mundo, Bush trata de escabullirse con los mismos argumentos y disimulos burocráticos. Conscientes de que existen fundamentos legales y constitucionales para dar inicio a un proceso de desafuero, como el usado por la derecha republicana contra Clinton por el caso Lewinsky -asunto de la esfera privada que palidece ante un acontecimiento de orden mayor, como el actual, que involucra decisiones "de guerra y paz", graves por las pérdidas de vidas humanas, iraquíes y estadunidenses, destrucción de infraestructura y fuertes erogaciones monetarias- Bush et al recurren, sin embargo, a las mismas y desgastadas excusas y argucias.

Cuando en el curso de una entrevista le preguntaron a Rice por qué en su informe anual el presidente había usado documentos fraudulentos en los que se describen supuestas operaciones de Saddam Hussein para obtener 500 toneladas de uranio de un país africano, respondió: "nosotros no sabíamos entonces -nadie lo sabía en ese momento-; quizá alguien muy dentro del aparato de inteligencia lo sabía, pero nadie en nuestros círculos sabía que existían dudas y sospechas de que ese informe era un fraude". Pero, como recordó a Rice un diputado demócrata, hoy sabemos que la cúpula del gobierno tenía serias dudas sobre la tramposa evidencia mucho antes de que fuera usada por Bush.

Acosado por las evidentes contradicciones y enmascaramientos en que incurren el presidente y su staff, se va por las ramas y trata de dirigir la atención pública a Irán y Siria, países a los que acaba de acusar de apoyar a terroristas y de "minar las esperanzas de paz en Oriente Medio", o bien hacia el presunto suicidio del doctor Kelly o la muerte de los hijos de Saddam Hussein. El problema es que tanto en este caso, como en el relacionado con las Torres Gemelas, las ramas no son lo suficientemente fuertes ni duraderas. Son frágiles. No son de árbol, sino de arbusto, y es difícil esconderse detrás de arbustos por mucho tiempo.

jueves, 10 de julio de 2003

EU-UE: diplomacia carroñera

John Saxe-Fernández
La Jornada.
México 10 de julio de 2003.


El término "diplomacia carroñera" se utilizó a finales del siglo XIX para caracterizar a la política exterior de Estados Unidos bajo la presidencia de William McKinley. En pleno ascenso hegemónico, pero aún en desventaja militar en relación con las potencias europeas, Estados Unidos satisfacía los impulsos de su expansionista burguesía industrial, afligida como las otras por la sobreproducción y los excedentes de capital, con las sobras que iba dejando a su paso el león británico que encabezaba militar y comercialmente la feroz rebatiña por el control del mundo.

Esto ocurría en momentos en que, gracias a la guerra de 1898 contra España, Estados Unidos, con un costo mínimo de sangre (2 mil 900 vidas, de las cuales, 2 mil 500 fueron víctimas de las enfermedades) y de tesoro (sólo 250 millones de dólares), se transformó en potencia mundial al posesionarse de Cuba, Puerto Rico, Hawai y Filipinas. Poco después, con Teodoro Roosevelt, le arrebató el istmo de Panamá a Colombia y se confirió el papel de policía de América Latina. La hazaña imperialista de McKinley sorprendió a Europa. En sólo tres meses "logró" lo que a otros les había tomado cien años. Por eso a la de 1898 se le conoce como "la pequeña y espléndida guerra", una operación "oportuna" contra un imperio español decadente. Sin embargo, los daños humanos, políticos y económicos de las víctimas fueron inmensos. Sólo en la lucha contra la resistencia guerrillera filipina conducida por Corazón Aquino fueron 200 mil bajas, un cálculo conservador. Según Mark Twain, en un trabajo que se dio a conocer casi cien años después, "30 mil" marinos "aniquilaron a un millón" de filipinos. Puerto Rico cayó en la categoría de "territorio no incorporado" y Cuba, ambicionada desde finales del siglo XVIII, fue sometida a una condición colonial por medio de la Enmienda Platt, cumpliéndose la advertencia de Martí: "...y una vez con Estados Unidos en Cuba, ¿quién lo va a sacar?"

Hoy los papeles cambiaron. Son los europeos, encabezados por Blair, Aznar y Berlusconi, los practicantes de la diplomacia carroñera. Las empresas europeas, de creciente impacto en el aparato productivo mundial, se disputan los despojos que va dejando Estados Unidos. Amec, la empresa británica de construcción, coparticipa en la reconstrucción de las líneas de abastecimiento de energía en Kosovo, el Pentágono y en la recolección de escombros de las Torres Gemelas, mientras Alcatel de Francia lo hace junto con Technip-Coflexip, como subcontratistas de Halliburton y de Bechtel, y Siemens de Alemania trabaja en el sistema telefónico de Afganistán. En Irak los carroñeros van tras los despojos de esta sangrienta trama. Bush et. al. no masacraron a miles de personas por la existencia de armas de destrucción masiva. Esa fue la excusa y la mentira, usada también por Blair, para "justificar" la "necesidad" de una operación librada contra una economía 280 veces menor que la de Estados Unidos y un aparato militar iraquí, superado por el Departamento de Defensa en un orden de magnitud de 300 veces. Toda una victoria pírrica, no por ello menos fabulosa, en términos del control y usufructo de la inmensa reserva petrolera iraquí. La guerra se hizo en torno al negocio petrolero y el de la "reconstrucción". Es una transacción imperialista cuyo eje se centra en la relación entre las grandes "trasnacionales" y el aparato de Estado que opera en simbiosis con ellas desde la presidencia. No son empresas que operan en el vacío, sin vinculación con el Estado (stateless corporations) como plantea la retórica del "globalismo pop". Son entes nacionales que operan internacionalmente.

Información recabada por R. Oppel Jr., Diana B. Henriques y E. Becker (The New York Times, 23/3/03) lista entre los principales beneficiarios a Bechtel, empresa de construcción con sede en San Francisco que está siendo investigada por la municipalidad de Boston por "sobrecostos" estimados en poco más de mil millones de dólares. El ex secretario de Estado, George Shultz, y el de Defensa de Reagan, Caspar Weinberger, están o han estado vinculados con Bechtel y sus negocios. Entre otras beneficiarias con fuertes vínculos con la presidencia imperial, mencionan a la constructora Fluor, de California; Halliburton de Houston, cuya subsidiaria Kellog, Brown and Root -gran contratista militar- se dedica, además, al negocio energético y actualmente, con el júbilo de los privatizadores mexicanos, está absorbiendo funciones y proyectos de Pemex (La Jornada, 6/6/03); Parsons, también de California; Louis Berger Group, en la construcción de carreteras y aeropuertos; y la empresa Washington, de Idaho.

La relación entre destrucción y reconstrucción opera milagros para estas grandes empresas de Estados Unidos y los carroñeros europeos: la reconstrucción de infraestructura petrolera, dos aeropuertos internacionales y dos domésticos, el sistema de agua, de plantas eléctricas, carreteras, ferrocarriles, escuelas, hospitales y sistemas de irrigación.