La Jornada.
México 5 de septiembre de 2002.
Desde la perspectiva de las Corporaciones Multinacionales (CM) y, por lo tanto, del Banco Mundial (BM), la vinculación entre el negocio petrolero y el eléctrico es crucial. Después de la Segunda Guerra Mundial, la simbiosis entre Pemex y la Comisión Federal de Electricidad-Compañía de Luz y Fuerza del Centro (CFE-CLFC) fue y sigue siendo uno de los acontecimientos económico-políticos y técnicos de mayor envergadura. Como lo he indicado en La compraventa de México (Plaza & Janés, octubre de 2002) es notable que ahora, en el ámbito internacional, las empresas se inclinan por la adopción de las formas de organización y relación orgánica similares a las establecidas en México durante décadas, especialmente después de la nacionalización eléctrica realizada por López Mateos.
En efecto, a principios del siglo XXI la tónica de las CM es promover "el fin de las empresas petroleras tradicionales", dedicadas exclusivamente al petróleo, y la conformación de unidades mayores que integren a éste con la electricidad, es decir, lo que desde hace años realiza el sector público mexicano. La sinergia tanto en eficiencia como en generación de ganancias es de primer orden. Lo que explica que el BM opere de manera intensa en la aplicación de mecanismos "graduales", pero significativos hasta ahora, para la privatización y desnacionalización del complejo petroeléctrico mexicano. Por ejemplo, promueve los contratos de servicios múltiples en grandes proyectos en los que participan empresas ajenas a Pemex con Bechtel y Haliburton a la cabeza, ambas con estrechos vínculos con el aparato bélico-industrial y político de EU.
Encabezando las propuestas sobre el sector energético mexicano están, además del BM, el Departamento de Energía de EU (DE) que exige "...se abra una ventanilla única para atender todos los requisitos de la privatización". La privatización del sector eléctrico es percibida por Washington como un área que ofrece oportunidades para la inversión y control por parte de sus CM, porque es un renglón altamente redituable y estratégico de la economía y del territorio mexicanos. Con el aval de los gobiernos neoliberales de México, esta aspiración empresarial y geoestratégica se está concretando como una regresión de dimensiones históricas, sólo equiparable con la entrega de más de la mitad del territorio nacional en 1848.
El DE reconoce explícitamente que sólo con el "retiro" del Estado mexicano -y latinoamericano- de las áreas estratégicas es posible ofrecer ventajas para los inversionistas de su país de cara a la competencia europea y asiática. La inversión en el sector petroeléctrico mexicano, según fuentes oficiales de EU, "...ofrece oportunidades para lograr potencialmente mayores ganancias y, en muchos casos, realizar mayores rendimientos que los disponibles en nuestro propio país". La privatización del complejo petroeléctrico (incluyendo desde luego el gas natural) es concebida de manera integral; de ahí que para la nación mexicana y su población las consecuencias sean de orden mayor tanto económica como geopolíticamente. Esto último, por la colindancia geográfica con EU.
El asunto es planteado por el DE así: "...la privatización también ha desembocado en una creciente convergencia de las actividades relacionadas con el petróleo y las relacionadas con la generación eléctrica. La interconexión entre las compañías petroleras -particularmente aquellas con actividades importantes en la producción y o distribución de gas natural-, y las de generación eléctrica, emana de un número de acontecimientos. En ciertas regiones el gas natural se está transformando en el combustible escogido para nuevos proyectos de generación eléctrica, en parte por las ventajas ambientales relativas del gas natural sobre el carbón y el petróleo".
El enfoque del DE representa la articulación de los intereses de los altos círculos de propietarios y gerentes de las CM que han impulsado la fusión "petroeléctrica", entre las que sobresalen Enron y El Paso en EU, así como las principales petroleras.
La conexión histórica entre la CM y los instrumentos de Estado se ha venido acentuando. La convergencia petrolera y eléctrica genera furor, entusiasmo e ímpetu en el alto empresariado y, desde luego, en la cúpula del BM. El Paso y Enron, cuyos escándalos de corrupción no parecen haber enfriado los ardores privatizadores del BM y el gobierno foxista, han hecho sus negocios por medio de la oferta de una amplia gama de servicios, incluyendo además del gas y electricidad, las actividades de las aseguradoras y servicios varios. Lo mismo se observa en otras CM del ramo. Por ejemplo Shell, empresa tradicional dedicada al gas y al petróleo, amplió sus actividades para incluir el servicio eléctrico en EU; Electricité de France ahora comercia gas, aunque fuera de ese país. Céntrica, el conglomerado de gas y servicios financieros de Gran Bretaña, está adoptando la estrategia de integración de diversas áreas para incursionar en otras áreas.
La motivación de este proceso de integración horizontal es clara. Según Paul Marsh, director de TXU Europe Finance: "...una empresa que combine el manejo y venta de combustibles y la electricidad genera un valor entre 50 y 75 por ciento superior al de las que se dedican a una sola de estas actividades. Con ganancias unitarias de 40 libras esterlinas, comparadas con 25".
En medio de este cambiante panorama, la codicia tradicional y geoestratégica por el petróleo, gas y electricidad de México rápidamente muta en verdadera obsesión. Bajo el influjo de estos poderosos intereses la acometida contra nuestro sector público se intensifica. Tales cambios confieren mayor brío al BM en su tarea de abrirle caminos a la poderosa industria del gas y del petróleo de EU en México. Con la presencia de Bush en la Casa Blanca y de Fox en Los Pinos, el BM parece convencido de que ya el sector energético "está maduro" para proceder con su apropiación a favor del empresariado extranjero.
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