La Jornada.
México 28 de noviembre de 2003.
La historia de las relaciones de México con Estados Unidos muestra, de manera dramática, cómo el despliegue sobre el territorio nacional de actividades económicas esenciales, cuando son dominadas por actores o empresas del exterior, rápidamente adquiere dimensiones militares y de seguridad, con graves repercusiones sobre la integridad territorial mexicana. El despojo formalizado en el Tratado de Guadalupe de 1848 es parte y parcela del largo y sangriento proceso de "integración" de la América del Norte, como atestigua la guerra de conquista, primero contra las naciones indias, después contra las posesiones españolas en las Floridas y luego contra México.
Con el desarrollo del capitalismo, los instrumentos imperiales de control se ampliaron sin dejar a un lado, en momento alguno, el ingrediente militar y territorial. Los certeros planteamientos de Maurice Dobb sobre el imperialismo apuntan al uso de cuatro mecanismos o de una combinación de ellos para lograr la "integración" por medio de: a) tarifas preferenciales, b) programas de inversión, c) colonización y d) instrumentos para lograr el control abierto político-militar.
Este esquema sintetiza una perspectiva de dominio internacional económico, similar a la planteada por los ideólogos nazis en torno a un bloque europeo continental encabezado por Alemania, con un fuerte ingrediente geopolítico y militar que incluye la "guerra de conquista", como ocurre hoy en Irak; en Colombia, con el Plan Colombia y su extensión hacia la región cocalera del Chapare en Bolivia (Plan Dignidad), la Iniciativa Regional Andina (Ecuador, Colombia, Venezuela, Bolivia y Perú), el TLCAN, el Plan Puebla-Panamá, el TLC EU-Chile y la propuesta de un ALCA. Todo en medio de un esquema de ampliación de bases militares y programas militares estadunidenses, junto con una vasta ofensiva de privatizaciones que incluye, de manera notable, el complejo petroeléctrico mexicano.
Las implicaciones mayores del fenómeno imperialista sólo pueden apreciarse de manera cabal teniendo presente la estrecha relación entre lo histórico y lo geográfico. Es un asunto que se percibe al revisar la vasta extensión de la infraestructura de la Comisión Federal de Electricidad o la de Petróleos Mexicanos (ver Atlas de México, Instituto de Geografía UNAM).
Alan Milward y Franz Newman han ilustrado este asunto y mostrado la forma en que el gran capital alemán articulaba concepciones sobre la "integración" similares a las de Estados Unidos, ya que los ideólogos del nacionalsocialismo se inclinaron por adoptar y adaptar la doctrina Monroe como "modelo", sin dejar de incluir la experiencia imperial y colonial británica. Las nociones germanas de "economía de grandes áreas", como ocurrió con la "Gran Area" planteada en el gobierno de Franklin Roosevelt, luego con el TLCAN y ahora con el ALCA, corresponden a las necesidades económicas y geopolíticas de la burguesía estadunidense. En ambos casos se trataron de justificar políticas económicas en el ámbito internacional, resultado de decisiones económicas internas a las que se dio prioridad por encima de cualquier situación global.
La comparación entre los planteamientos y acciones del liderato nacionalsocialista y las que se han emitido desde la Casa Blanca en los últimos decenios es justificada, si se tiene presente que la forma predominante de capitalismo que se observó en la Alemania nazi trató también de vencer la crisis alemana por medios coercitivos extremos, interna e internacionalmente.
Tanto en Estados Unidos (de manera más perceptible después del 11-09) como en la Alemania nazi está presente una nueva división del mundo y la incautación de un "nuevo espacio vital" racionalizado con doctrinas de "ampliación", disfrazadas con la retórica del "globalismo pop", así como por justificaciones racistas para el "involucramiento" en los asuntos internos de sus vecinos.
Existen también paralelismos en la forma de abordar el tema del Estado entonces y hoy. Los ideólogos nacionalsocialistas asumieron no sólo un fortalecimiento de "su" Estado nacional, sino también la ampliación de su control económico operativo en el resto de Europa por medio de sus firmas, así como de la extraterritorialidad de su "jurisdiccionalidad". La doctrina alemana de "áreas amplias" fue una reformulación y adaptación de la Monroe que según Carl Schmitt, en ese momento la voz cantante entre los revisionistas del nacionalsocialismo (hoy imitado y plagiado por Perl), se convierte en "...el ejemplo más afortunado de un principio en gran escala de derecho internacional".
La comparación histórica permite apreciar las graves implicaciones que acarrea el esfuerzo de la Casa Blanca por acotar las normas universales del derecho internacional, "regionalizándolo" o, peor aún, "geopolitizándolo", como se expresa en brotes neomonroístas como la ley Helms-Burton contra la revolución cubana y el mundo.