domingo, 25 de mayo de 2003

Pemex y el patriotismo retórico del PAN

John Saxe-Fernández
La Jornada.
México 25 de mayo de 2003.

Nos están alborotando el gallinero. Tal parece el meollo de la exasperación de Fox y de Ernesto Martens, el secretario de Energía, ante la inesperada propuesta del Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes de Estados Unidos: vincular la aprobación de un acuerdo migratorio bilateral con la apertura de Pemex a la inversión estadunidense. Desde Los Pinos puntualizó que "... de ninguna manera se aceptará negociar dicho acuerdo a cambio de la apertura de Pemex a inversiones extranjeras", mientras Martens consideró que se estaba "haciendo una tormenta en un vaso de agua".

El problema es que la apertura de Pemex a las empresas multinacionales del ramo -incluyendo las de construcción- domiciliadas en Estados Unidos, se ha venido realizando desde hace varios sexenios, aunque de manera solapada, y durante este gobierno, Fox y el director de Pemex, Raúl Muñoz Leos, han liderado el esquema empresarial y geoestratégico impulsado por Washington a través de diversos medios incluyendo el endoso al esquema bushiano de "integración energética" de América del Norte y la profundización de los esquemas de "modernización" y restructuración de Pemex promovidos desde mediados de los 80 por el Banco Mundial (BM). Lo que ocurre es que la ofensiva contra el control mexicano del petróleo mexicano se da en momentos "inoportunos" debido a las elecciones legislativas de julio próximo.

Para Fox, Martens, Muñoz Leos y desde luego para el PAN se elevan considerablemente los costos políticos de su torpe adopción de los lineamientos estadunidenses en materia petrolera y eléctrica. Recuérdese que el dirigente del blanquiazul, Luis Felipe Bravo Mena calificó la propuesta de "improcedente, irreal, imprudente, inviable e intransitable". Pero el hecho es que la apertura de Pemex a los inversionistas extranjeros, por ejemplo, mediante los contratos de servicios múltiples (CSM), ciertamente al margen de la normatividad constitucional vigente, se ha realizado con el apoyo panista, por lo que, de tomar estas declaraciones textualmente, el PAN estaría dando marcha atrás al proceso de privatización y extranjerización de facto que se observa en Pemex y en el sector eléctrico, lo cual no es el caso, sino que se trata de un patriotismo retórico y oportunista de cara a las elecciones.

Algunos analistas han interpretado la propuesta mencionada como una presión para que Fox acelere las "reformas estructurales" pendientes en materia petrolera y eléctrica. Pero ese proceso ya está en marcha en amplia gama de actividades de Pemex, incluyendo perforación, exploración, explotación y operación energética, como recordó Francisco Garicochea, dirigente del grupo de ingenieros petroleros Constitución de 1917 (La Jornada, 12/5/03, p. 5). Ahora lo que importa al equipo gubernamental es el control de los costos electorales, por lo que procede exigir al gobierno foxista y al PAN explicar al electorado la "constitucionalidad" de los CSM y las inminentes concesiones de ocho lotes de gas natural no asociado en la cuenca de Burgos a empresas extranjeras, para no mencionar otros proyectos extranjerizantes, como la asignación del contrato de servicios integrales para campos petroleros en Chicontepec, realizada en marzo, en favor de Flour Daniel y Schlumberger, con participación de ICA y obras de construcción en favor de Bechtel y Halliburton (La Jornada, ibidem). Más grave aún, este gobierno no ha movido un dedo para revertir el esquema impulsado por el BM de "desindustrialización", "desmembramiento" y "despojo" (divestiture) al que se ha sometido a Pemex desde el salinato. Al contrario, Fox plantea profundizar la "reforma" del sector, que también incluye, según documentación del BM, quebrar a la Comisión Federal de Electricidad en varias empresas regionales. Preparándola para su privatización, Pemex ya fue dividida en segmentos, es decir, en entes separados que compiten entre sí: unos se dedican a producir crudo y gas natural, y otros al transporte, refinación y mercadeo del petróleo.

Es una política encaminada a debilitar la integración vertical de estas actividades, operando de manera diametralmente opuesta a como lo hacen las corporaciones petroleras internacionales, cuya aplicación al sector petrolero de Estados Unidos fue rechazada en los años 70 precisamente porque se debilitaría la capacidad competitiva de las empresas en el ámbito internacional. Como esperaban los estrategas del BM, los resultados han sido, administrativamente, desastrosos. Por ejemplo, en 1982 Pemex contaba con 203 órganos directivos entre niveles de subgerente y director general. Ya con las "reformas" del BM, y sin que se observen mejoras, para 1995 los puestos directivos crecieron a mil 255. Es decir, que entre 1982 y 1995 se crearon mil 52 nuevos puestos de subgerente, gerente, subdirector y director generales. Se propician así el dispendio y las oportunidades de corrupción. La meta del BM y su quinta columna neoliberal es llevar el complejo petroeléctrico "a un punto de venta".

sábado, 3 de mayo de 2003

Hegemonía e incertidumbre estratégica

John Saxe-Fernández
La Jornada.
México 3 de mayo de 2003.

Es sumamente arriesgado suponer, como lo hace la cúpula que tomó el poder en Estados Unidos, que es posible impulsar una política exterior de fuerza, centrada en la "doctrina de la autodefensa anticipatoria" o "guerra preventiva" sin que resulten gravemente afectados los fundamentos mínimos de la estabilidad necesarios para el adecuado funcionamiento de la economía y de las transacciones interestatales regulares y predecibles.

Albert Gore, uno de los críticos de la guerra preventiva contra Irak, la ha calificado de una doctrina que remplaza "un mundo en el cual los estados se consideran sujetos a principios legales" por otro "en el cual no hay leyes sino la discreción del presidente de Estados Unidos".

Hoy pocos dudan que la fragilidad de la paz mundial observada durante la guerra fría se ha acentuado de manera pronunciada, especialmente como resultado del colapso de la ex Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Unos días después de ese acontecimiento, hace poco más de 10 años, durante una entrevista de prensa, el escritor Gore Vidal, con gran precisión y visión profética, captó así el amenazante panorama que podría desatarse en ausencia de un contrapeso militar convencional a Estados Unidos: "...esa victoria del capitalismo estadunidense sobre el Estado soviético ha creado un desequilibrio muy peligroso pues Estados Unidos no tendrá contrapesos que le frenen, lo cual hará posible que algún mandatario estadunidense mal guiado lleve al mundo a una situación miles de veces peor que la propia guerra fría...un día de éstos surgirá un demente que desde la Casa Blanca o el Pentágono incendie al mundo sin que nadie, ningún país ni la ONU, se lo impidan."(Consúltese ffrnandezp@terra.com.mx).

El incendio anticipado por Vidal ya empezó. Su brutal panorámica fue presenciada por millones de televidentes y registrada por miles de fotos y reportajes. Según los tribunales de Nuremberg, la acción bélica preventiva es un crimen de guerra y así hay que considerar al infierno que Bush desató sobre Irak, con su montaña de cadáveres que continúan apilándose (13 más hace dos días, seis de ellos niños, masacrados por las tropas estadunidenses). Los halcones que dominan la oficina Oval colocaron al mundo y a Estados Unidos ante una situación signada por mayores riesgos de guerra e incertidumbre estratégica.

La guerra de conquista contra Irak amplió el orden de probabilidad de que ocurra una intensificación bélica no-convencional en la eventualidad de que uno o varios de los actores estatales y no-estatales decidan seguir el ejemplo del cowboy y actúen de manera unilateral e irracional. Afirmar que la Casa Blanca abrió la caja de Pandora de una guerra general exige analizar la coyuntura que se va perfilando en un contexto histórico amplio en el que se contemplen las tendencias mayores de la geopolítica y de la geoeconomía del capital, es decir, de las principales fuerzas estructurales históricamente detectables que en la era moderna invariablemente han desembocado en grandes conflagraciones bélicas entre las potencias hegemónicas.

Hasta hoy la guerra entre las potencias centrales ha sido el árbitro último de todas las sucesiones hegemónicas. La rivalidad entre ellas, secularmente observada, apunta a la conveniencia de la comparación histórica especialmente de aquellos periodos como el comprendido entre 1870-1914 o el de 1919-1938 en los que un hegemón en declinación ha de enfrentar la competencia y los retos de potencias que emergen o que se han recobrado económica y tecnológicamente después de la guerra.

Ello no significa en modo alguno endosar la postura de quienes racionalizan "la necesidad" de un hegemón para garantizar el funcionamiento del sistema. Por el contrario, el ciclo hegemónico liderado por un hegemón incluye un manejo de la dinámica internacional que, después de su descomposición bloquista, ya ha desembocado en dos grandes conflagraciones.
Teórica e históricamente la unipolaridad o la existencia de un hegemón con primacía global no ha garantizado la pax perpetua, un imperativo en la era termonuclear y de la cohetería balística intercontinental.

Por esta razón llamo la atención sobre la centralidad en la actual constelación histórica de las contradicciones y conflictos entre los principales ejes económicos y estratégicos. Es decir, que además de la tríada Estados Unidos, Europa, Japón, es indispensable incluir a Rusia y China. A ello es necesario agregar que, a pesar del colapso soviético, persiste el "empate" en armas nucleares y cohetería balística intercontinental entre Washington y Moscú.

Documentos secretos dados a conocer por The New York Times (8 de marzo de 1992 p1) indican que, incluso después del colapso de la URSS, el Pentágono persistió en mantener una capacidad estratégica virtualmente idéntica a la existente durante la guerra fría, con Rusia en la mira.
Finalmente quedó hecha añicos la creencia, difundida por algunos ideólogos, de que en el actual periodo desapareció la competencia militar y la presencia de la geopolítica en los cálculos estatales.